Miles de personas en Nueva Zelanda y Australia fueron las primeras en manifestarse hoy contra la represión de los militares birmanos, en una jornada mundial de protestas que también llegó a los países vecinos del régimen.
Unas 500 personas en Wellington dieron comienzo a la acción global convocada por Amnistía Internacional (AI) y otras organizaciones de defensa de los derechos humanos.
En la capital de Nueva Zelanda participó un centenar de miembros de la comunidad birmana. El color dominante era el azafrán, como el que lució en Birmania en septiembre cuando los monjes budistas lideraron las manifestaciones contra el la junta militar hasta que fueron duramente reprimidas.
Otras marchas reunieron a miles de personas en Australia, sobre todo en Sidney, y en menor medida en distintas capitales asiáticas, entre ellas Bangkok, Nueva Dehli y Kuala Lumpur.
Durante la jornada están previstas manifestaciones en Europa (Francia, Bélgica, España, Irlanda, Austria, Noruega), Canadá y Estados Unidos.
En Nueva Zelanda hubo manifestaciones en varias ciudades. Su primera ministra, Helen Clark, de visita en Europa, envió un mensaje de apoyo.
Señales de aplacamiento
La junta militar birmana trata de dar señales de aplacamiento con una oferta de reunión con la líder opositora Aung San Suu Kyi, aunque éste y otros gestos podrían no bastar para disminuir la presión internacional, según los analistas.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, los tres miembros permanentes occidentales del Consejo de Seguridad de la ONU, hicieron circular el viernes un proyecto de declaración que condena «la represión violenta» ejercida contra los manifestantes por la junta militar birmana.
Fue la última etapa del endurecimiento de la actitud de la comunidad internacional con respecto a los generales de Rangún.
Mantienen presión
Las potencias occidentales intentaban el sábado mantener la presión sobre la junta militar de Birmania, después de que el emisario de la ONU Ibrahim Gambari advirtiera de «consecuencias internacionales graves» tras la represión de protestas populares en ese país.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, los tres miembros permanentes occidentales del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, hicieron circular el viernes un proyecto de declaración que condena «la represión violenta» ejercida contra los manifestantes por la junta militar birmana.
Además, la administración estadounidense, a través de su embajador en la ONU, Zalmay Khalilzad, mencionó la posibilidad de nuevas sanciones.
«Estados Unidos está dispuesto a proponer al Consejo de Seguridad una resolución que imponga sanciones», dijo Khalilzad al estimar indispensable que Gambari regrese a la región, «lo más rápidamente posible para continuar sus esfuerzos diplomáticos».
«Ha llegado la hora de que el Consejo haga más que simplemente escuchar un informe», insistió el embajador estadounidense.