Jairo Mejía
El manga, el milenario cómic que ha conquistado al mundo desde Japón, ha sido un modo de extender el propio lenguaje nipón, basado en ideogramas.
Para el respetado dibujante Keiichi Makino, el gran componente visual de la cultura japonesa, basado en símbolos que evocan ideas u objetos, ha sido la clave de que el manga se haya asentado con tanta fuerza en Japón y que lo esté haciendo en todo el mundo.
Ejemplos de la implantación del manga en la vida diaria de Japón se pueden observar en los atascos de tráfico, con conductores disfrutando al volante de unas páginas de su historieta favorita, mientras otros prefieren los largos trayectos en metro o los supermercados 24 horas para lanzarse a la lectura.
«Desde hace muchos siglos Japón ha transmitido su cultura a través de la imagen. El propio lenguaje japonés es, a su manera, el dibujo de una palabra», dice Makino, que lo ejemplifica con el ideograma de montaña cuya forma se asemeja a su significado.
La Facultad de Manga de la Universidad Seika de Kioto, nacida en 1973 y en la que Makino es profesor, es un ejemplo de la trascendencia de este genero en Japón, donde una cuarta parte de los libros que se venden son de manga. En esta universidad más de 800 alumnos aprenden a dar vida a nuevos personajes e historias que han ayudado a componer el imaginario cultural japonés y cuyo característico estilo ha trascendido a todo el mundo.
En algunas ocasiones el manga ha ayudado a que libros antiguos, como «El Capital», de Karl Marx, o «Mi Lucha», de Adolf Hitler, hayan conseguido mejorar sus exiguas ventas.
En opinión del director del Museo Internacional de Manga de Kioto, Shunzo Ueda, las historias gráficas han tenido tradicionalmente gran importancia en la cultura japonesa.
LA EVOLUCIí“N DEL MANGA.
El Museo Internacional del Manga de Kioto es otra pieza clave de la estrategia del Gobierno nipón para preservar el valor del manga. En él se puede acceder a los trabajos de maestros como Osamu Tezuka, creador de «Astro Boy» en los años 40 y convertido en el padre del manga que hoy se conoce en todo el mundo.
Además de las obras de Tezuka, en ese museo se guardan desde 2006 unos 300.000 volúmenes y materiales relacionados con el manga, de los que se pueden leer libremente unos 50.000 libros.
La prehistoria del cómic japonés la representan el pergamino «Choju giga» del siglo XII, considerado una de las primeras historietas gráficas, y la fuerza visual de las imágenes paisajísticas de Katsushika Hokusai en el siglo XVIII, que han sido en gran parte la base de grandes éxitos como «Bola de Dragón» o «Akira».
El estilo del manga es utilizado no sólo para el ocio: ha influido en muchas facetas de la vida diaria, desde instrucciones de cómo tirar la basura hasta cursos del complejo proceso del Ikebana o arte de arreglos florales, lo que convierte a Japón en uno de los países con mayor riqueza visual en la vida diaria.
El gran salto del manga fue el paso del papel a la animación, lo que inauguró tras el fin de la II Guerra Mundial la llegada del anime. También la industria de los videojuegos ha adoptado este mundo de fantasía nacido de las plumas de los mangaka (dibujantes).
A pesar de que las ventas de manga cayeron en 2009 un 6,6 por ciento hasta los 418.700 millones de yenes (3.355 millones de euros), un nivel inusualmente bajo, la asociación japonesa de editores de cómics matiza que los japoneses optan por leer en lugares públicos debido a la crisis.
EL MANGA, EN LA VIDA DIARIA.
El amor por las historietas por entregas no ha decaído y es visible en los supermercados de 24 horas, conocidos como «combini», donde oficinistas y niños leen hombro con hombro las revistas de manga para volverlas a depositar en el estante y marcharse.
Desde la infancia, con historias como las de Machiko Hasegawa, convertido en testigo de una época en Japón, hasta la edad adulta con el género erótico del «hentai» o la novela gráfica del género «gekiga», el manga ha calado en todas las generaciones de japoneses.
El estilo gráfico de Japón se ha convertido en la imagen del país asiático, con títulos tan míticos como «Bola de Dragón», «Fullmetal Alchemist», «Ghost in the Shell» o «Vagabond», que se consideran historias de culto que alimentan la cultura pop japonesa en expresiones tan llamativas como el «cosplay», afición por disfrazarse de héroes de ficción, o el futurista «cyberpunk».
La profesión de mangaka tiene una larga historia y hace que el cómic en Japón forme parte del acervo cultural del país desde mucho antes de la llegada de «Bola de Dragón» en 1984, el manga de más éxito de la historia, y de la década dorada del cómic japonés, en los 90.
Las historias de «Son Goku», dibujadas por Akira Toriyama, se tradujeron a un gran número de idiomas y fueron el desvelo de muchos jóvenes lectores desde su nacimiento, mientras que la llegada de la versión animada todavía se mantiene en muchos países como éxito televisivo.
Hoy la industria del manga y el anime en el extranjero mueve decenas de miles de millones de euros en películas, figuras y congresos de «otaku», incondicionales de este mundo, que cada vez se reúnen en mayor número en países como España, Francia o Estados Unidos.
El futuro del manga para algunos profesionales de esta industria pasa por superar fronteras y aumentar el éxito en el extranjero, donde muchos han conocidos Japón a través de historias de ficción que muestran de manera más o menos obvia las expresiones más arraigadas del país.
En el manga siempre han abundado elementos de la religión japonesa, tradiciones culinarias o imágenes eróticas desde sus comienzos -aunque ahora entre rascacielos y naves espaciales-, lo que ha servido para formar en millones de lectores una determinada idea de Japón.