Manaus, puerta de entrada a la Amazonia


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El guía levantó su mano en la selva y miró hacia donde estaba yo, al final de una hilera de seis hikers. «¿Quieres un machete, Jeremy», me preguntó el guía, Shane Zammette. «Los jaguares siempre te atacan por detrás». Me pasé las seis horas siguientes mirando de reojo todo lo que sucedía a mí alrededor, tratando de estar siempre en medio del grupo.

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Por JEREMY HAINSWORTH MANAUS / Agencia AP

La experiencia fue un llamado de atención que me hizo ver la realidad de este sitio paradisíaco. Entre las plantas tropicales y las aves de todos los colores hay también jaguares, arañas venenosas, cantidades de termitas y caimanes que recorren aguas llenas de pirañas. El visitante humano tiene que tomar sus recaudos.

Pronto descubrí que es vital observar los alrededores antes de subirse a una canoa porque uno puede estar encima de algo peligroso. Tuve que ser extremadamente cuidadoso con cada movimiento al abrirme camino entre la frondosa vegetación. Al mover una rama, podía encontrarme con una araña o una víbora. Cualquier descuido podía ser fatal.

Asimiladas todas estas lecciones, una visita a la Amazonia es una experiencia que acaba con todos los mitos y al mismo tiempo genera un profundo asombro y respeto por la selva más grande del planeta.

Uno de los aspectos que más intriga al visitante, según los guías, es precisamente la oportunidad de aventurarse en uno de los sitios más enigmáticos del mundo.

«La Amazonia es un misterio para mucha gente», dijo Wolf Wink, un alemán que se vino a Brasil para cumplir su sueño de ser un guía en la selva amazónica. Se hace llamar Lobinho da Selva, o Lobito de la Selva. «A la gente que viene aquí le interesa la cultura y la naturaleza. Es un sitio distinto a cualquier otro lugar del mundo».

Nuestro grupo se alojó en un albergue operado por Amazon Gero Tours, una de varias empresas que organizan visitas guiadas a Manaus, una ciudad de 2 millones de habitantes. Además de ser la puerta de ingreso a la Amazonia, Manaus es una de las doce subsedes de la Copa Mundial de Futbol de mediados de año. Allí se jugarán partidos como Inglaterra-Italia y Portugal-Estados Unidos que atraerán multitudes.

Manaus se encuentra en la confluencia de dos ríos, el río Negro y el Solimöes. Las aguas del Negro son marrones y las del Solimöes más blancas. Es fácil distinguir el sector en que se encuentran. Al ponernos en marcha hacia nuestro primer alojamiento en la selva, nuestra lancha desacelera para que nuestras manos puedan jugar con aguas de dos colores y sentir la diferencia en las temperaturas. Las del Solimöes, que vienen de los Andes, son más frías.

Al viajero se le advierte que no puede orinar en el río. La leyenda dice que pequeños peces pueden trepar por la orina y alojarse en el cuerpo de la persona.

Desembarcamos del otro lado del río 15 minutos después, en un muelle desvencijado donde nos topamos con vendedores de comida ambulantes y decenas de buitres que se asolean en la playa. Caminamos junto a la ribera de tierra rojiza y llegamos a unas camionetas en las que hacemos un recorrido de 90 minutos hasta otro muelle rodeado de barro. Bajo una fuerte lluvia subimos nuestro equipaje a unas canoas motorizadas y nos encaminamos hacia el alojamiento a través de una serie de canales que son la principal vía de comunicación de los residentes de la zona.

En la Posada Ararinha Jungel Hotel el huésped puede optar entre cabañas individuales o habitaciones en el edificio principal, con camas o hamacas… y mallas para protegerse de los mosquitos. Ya instalados, una de las primeras actividades es pescar pirañas usando carne vacuna como cebo bajo la guía de Zammette, un guyanés radicado en Brasil.

«Cada vez que vengo aquí encuentro algo nuevo», cuenta Zammette. «Se pone cada día más lindo».

Con el correr de los días hicimos caminatas, viajes en canoa, vimos caimanes en las orillas de los ríos y canales, monos colgados de los árboles, víboras al acecho de cualquier presa y aves que salían de los árboles.

Una vez casi me tropiezo con un caimán de tres metros al bajarme de una canoa.

El día anterior casi volcamos cuando dimos contra algo en el agua. La canoa se elevó y se inclinó hacia un lado. La costa estaba a 12 metros (40 pies) y las aguas estaban llenas de pirañas. Los cuatro que íbamos en la canoa confesamos que nos sentimos aterrorizados, agradecidos de estar vivos.

«Alguna gente se asusta mucho», dijo Zammette. «Se asustan de cualquier cosa. Con el correr de los días le van perdiendo el miedo».

Zammette dice que lo que más disfruta la gente –la que se anima– es dormir una noche en la selva, en hamacas que cuelgan de árboles, comiendo platos cocinados en fogatas. Anochece mucho más rápido cerca del Ecuador.

No dormí mucho porque oía ruidos de aves, aullidos de monos, trinos de grillos y sapos croando.

En las aguas se veían los ojos brillantes de los caimanes cuando asomaban la cabeza.

Los jaguares se mantenían en silencio.

Teníamos los machetes a mano en caso de que se presentase algún peligro.

«Puede aparecer algún animal», dijo Zammette. «Hay que estar pendiente de los sonidos de la selva. Uno no sabe qué representa cada ruido».

Un viaje a la Amazonia es un recorrido por el alma de la Madre Naturaleza, magnífico y peligroso. Es una experiencia espiritual, algo más que un simple destino en la lista de sitios a visitar.

Si va….

-Planifique las cosas de antemano; no acepte visitas guiadas ofrecidas en el aeropuerto de Manaus.

-Consulte con su médico, que puede recomendar vacunas contra la hepatitis, la fiebre amarilla y la tifoidea. Lleve medicina para la diarrea, no tome agua de la canilla y lleve repelente de insectos, cremas protectoras del sol y ponchos para la lluvia.

-Hay jaguares, aunque rara vez se dejan ver. Las víboras son difíciles de distinguir, pero los guías saben divisarlas.

-No piense que va a poder usar su teléfono celular y conectarse a internet en la Amazonia. Tampoco encontrará agua caliente ni aire acondicionado. Agradezca si hay luz.