Quienes son o hemos sido responsables de la política internacional sabemos que la parada que el Presidente George W. Bush hará en Guatemala, de paso en su camino de regreso de Suramérica, donde sí abordó agendas específicas, es el producto del análisis de los asesores de Bush que estiman puede parar sin mayores complicaciones, sin adquirir ningún compromiso, pidiendo pero no dando. El concepto que se detiene por la riqueza cultural, por el folclor de nuestro país, es una pantalla.
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El Congreso de la República, como representante de todos los guatemaltecos, debe tener una actitud firme y soberana, señalar que no puede existir una sana y ecuánime relación cuando una de las partes mira sólo sus intereses y no las necesidades del otro país. Es una actitud unilateral que tarde o temprano deteriora la buena voluntad de uno de sus más cercanos vecinos geográficos.
El Congreso, al que seguramente va a ignorarse en la visita porque el Ejecutivo no le dará ningún espacio, debe ser públicamente categórico, cortésmente darle la bienvenida al Presidente Bush pero, enfáticamente, requerirle un trato de igualdad, el respeto a los derechos humanos y una política de oportunidades de trabajo temporal para ese millón y medio de guatemaltecos y para todos los latinoamericanos que por necesidad han buscado temporalmente una mejor oportunidad en ese país.
Los partidos políticos, sus candidatos deben manifestar categóricamente su respaldo al respeto a los derechos humanos de nuestros connacionales, demostrar su compromiso con el millón y medio de guatemaltecos y ante todo con sus familias residentes en Guatemala, que dependen del trabajo honrado de quienes envían las remesas familiares; repudiar y solicitar la investigación y condena de los criminales que de forma ilegal se organizan en grupos de «vigilantes» para perseguir y a veces asesinar a hombres y mujeres pacíficos e inocentes en Estados Unidos.
La Premio Nobel, embajadora sin sede del actual gobierno, debe utilizar los recursos del pueblo que le otorga el Ejecutivo y demostrar públicamente su solidaridad, su vocación por la paz, el apoyo a las mujeres y hombres que trabajan en el país del Presidente Bush, requerir que en el mismo exista una política migratoria respetuosa y adecuada. Debe recordar que la paz «es barriguita llena y corazón contento».
La Conferencia Episcopal con toda su autoridad moral, los líderes de otras denominaciones religiosas, el día domingo 11 de marzo deberían de expresar ante su feligresía y dejar constancia al Presidente visitante que no pueden consentir y tolerar la falta de respeto a los derechos humanos, la inexistencia de una política migratoria ecuánime y de un programa de trabajo temporal justo que permita, de forma ordenada y honrada a quienes han tenido que inmigrar, ser tratados como hijos de Dios. «QUE NADIE SE QUEDE ATRíS, TODOS JUNTOS MARCHEMOS ADELANTE».
Continuará./