Mamá canguro, parte dos


A Paula, bebé de año y medio, le gusta la música de PJ Harvey. Mientras Lucí­a, su madre, se viste y realiza los preparativos matutinos, reproduce un CD compilado en el equipo de sonido.

Luis Fernando Alejos

Las canciones que más llenan de alegrí­a a Paula son las más oscuras: The Life and Death of Mr. Badmouth, Rid of Me, Down by the water, las sexys: A Perfect Day Elise, Is this desire?, las despechadas/rencorosas: Shame, No Child of Mine, las tranquilas: Horses in my dreams, We Float, la rockera Big Exit, las más nuevas: To Talk to You, When under Ether y la delicada Broken Harp. «Vamos, chicuela», le dice Lucí­a, al levantarla del corral y apagar el repertorio de hoy (el álbum en vivo Live at Le Cabaret Sauvage- Black Sessions).

Hoy es sábado, madre e hija lavarán ropa en uno de los locales con máquinas viejas, ubicado cerca de su casita de tres habitaciones. Bueno, Paula se divertirá en uno de los cestos, observando la figura delgada de Lucí­a introducir blusas, sábanas, brassieres y sus baberos, en la boca circular de esa criatura metálica. «Â¿Qué me ves tú, Señorita Simpatí­a», bromea su madre, mientras acaricia su cabeza (la cual tiene arreglado su pelo rojizo en dos ganchos amarillos) y le produce un ataque de risa cálida y escandalosa.

Cuando ya las tres bolsas de ropa sucia pasaron por sus respectivos ciclos de lavado y secado (sin olvidar el suavizante Downy, ese que tiene un osito que a Paula le desagrada), Lucí­a sale al calor del medio dí­a (disimulado por el aire acondicionado de la lavanderí­a). El criminal con sed de drama, y con su vista sobre la atractiva pelirroja, da un paso adelante (lejos de la presencia de sus supuestas ví­ctimas) sobre la calle, sin notar el bus rojo que se acerca a exceso de velocidad y en cuyo interior transcurre, sin sobresaltos, el ya tradicional asalto al transporte urbano. «Por la vida de cien…», Ricardo alias «El Chicuaz» Colom (el delincuente) no logra completar la expresión de asombro, sus huesos apenas logran reducir la trayectoria del autobús.

«Quiero que veamos una pelí­cula, chicuela. Corre, Lola, Corre tiene algunas partes no tan fuertes.» Al regresar a casa, Lucí­a le da una pacha con jugo de melocotón a Paula, y saca una cerveza del refrigerador. Son las 11 de la mañana.

«El criminal con sed de drama, y con su vista sobre la atractiva pelirroja, da un paso adelante (lejos de la presencia de sus supuestas ví­ctimas) sobre la calle…»