Malos tiempos para la monarquí­a


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El presunto caso de corrupción que salpica al yerno del rey Juan Carlos de Borbón ha obligado a la monarquí­a española a tomar decisiones sin precedentes para salvaguardar su imagen y su continuidad.

Por JORGE SAINZ MADRID / Agencia AP

El futuro de la institución no parece cuestionado y ni polí­tica ni públicamente existe un movimiento republicanista fuerte, pero la corona registra los í­ndices más bajos de popularidad desde la reinstauración monárquica en 1975.

«Casos como el del yerno del rey son muy negativos para la familia real, para la institución y para la credibilidad de la institución», dijo a la AP José Luis Sampedro, analista y experto en realeza.

El esposo de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin, está siendo investigado por unos supuestos contratos públicos asignados entre 2004 y 2006 a un instituto sin ánimo de lucro que él presidí­a, según informes de prensa de las últimas semanas.

La monarquí­a registró en octubre de 2011 su primer suspenso en una encuesta del público Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Según el barómetro mensual del CIS, que se considera la radiografí­a más precisa de opinión de la sociedad española, la confianza en la institución cayó a un 4,89 sobre 10.

En 1995, la nota era de 7,5.

No corren buenos tiempos para la familia real española. Primero fue la sonada separación entre la hija mayor de los reyes, la infanta Elena, y su marido Jaime de Marichalar en 2007.

Sin embargo, el divorcio de la pareja ha caí­do en el olvido, superado por el caso de corrupción que salpica a Urdangarin.

Según los informes, el yerno del rey habrí­a desviado presuntamente parte de ese dinero a paraí­sos fiscales a través de una trama societaria. A pesar de las informaciones, Urdangarin todaví­a no ha sido acusado formalmente en el caso, que se instruye en las Islas Baleares.

Pero el daño a su imagen será difí­cil de reparar. Y Urdangarin, un ex jugador de balonmano profesional y doble bronce olí­mpico en Atlanta 1996 y Sydney 2000, ha quedado retratado ante la opinión pública como una persona que aprovechó su posición en beneficio propio.

Los reportes hablan de ingresos millonarios, justo en un momento en el que España atraviesa la peor crisis económica de su historia reciente y soporta un desempleo del 21,5%.

«La ideologí­a monárquica es un juguete frágil», explicó Sampedro. «Es muy difí­cil mantener en el siglo XXI, en la Europa democrática, a unos señores que puedan ocupar la jefatura del Estado sin haber sido sometidos el rigor de las urnas».

«Ante ejemplos como éste (Urdangarin), la monarquí­a se resiente siempre», agregó.

El diplomático Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, convocó el lunes a los medios de comunicación que cubren la agenda del rey. En contra de la polí­tica informativa habitual de la institución, Spottorno permitió que los periodistas le citasen con nombre y apellido calificando de «poco ejemplar» el comportamiento de Urdangarin.

Además, Spottorno anunció una cirugí­a sin precedentes. Por un lado, apartó al yerno del rey de cualquier acto oficial relacionado con la monarquí­a y, por otro, dijo que se publicará antes de final de año todas las partidas de gasto asignadas a la familia real.

En 2011, el rey recibió 8,5 millones de euros (11,2 millones de dólares) a cargo del Estado, un 5% menos con respecto al año anterior.

«Me parece que es una cosa sana y que era necesaria desde hace tiempo», señaló sobre las cuentas Ricardo Mateos, autor de varios libros sobre monarquí­as europeas. «No es algo nuevo y se hace por ejemplo en Inglaterra».

La transparencia de las cuentas es un paso más de la monarquí­a española, que desde hace tiempo tiene la vista puesta en una crucial sucesión.

Juan Carlos cumplirá 74 años el próximo 5 de enero. El monarca ha sufrido numerosos problemas fí­sicos en los últimos tiempos. En 2010, se le extirpó un tumor benigno del pulmón, mientras que en 2011 se le implantó una prótesis en la rodilla derecha y se le intervino para reparar el tendón de Aquiles de su pierna izquierda.

Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, prí­ncipes de Asturias, son los llamados a suceder a Juan Carlos y Sofí­a en el trono de España.

Y no lo tendrán fácil.

La Constitución define a España como una monarquí­a parlamentaria. El rey ostenta la jefatura del Estado, pero su papel es meramente representativo. Sanciona las leyes, pero no interfiere en el trabajo del gobierno y las cámaras legislativas.

Juan Carlos es una persona carismática y muy querida. La sociedad todaví­a le agradece la forma en la que pilotó la transición a la democracia tras la muerte de Francisco Franco en 1975 y su papel en defensa del Estado tras la intentona militar golpista del 23 de febrero de 1981.

Su papel como embajador de España en Latinoamérica también ha sido muy alabado. De hecho, en España se acuñó hace años el término «juancarlismo», con el que muchas personas expresan su apego a la figura del rey, pero no necesariamente a la corona.

«Con el rey no se está metiendo nadie», dijo Mateos sobre el caso de Urdangarin. «Mi sensación es que el rey despierta compasión».

Está por ver si Felipe generará el mismo apego que su padre. Quizá para blindar su figura, la Casa del Rey ha excluido a Urdangarin de actividades institucionales, tratando de evitar una foto de los dos juntos.

«Creo que llegado el momento de la sucesión, la monarquí­a como institución sigue teniendo un peso», afirmó Mateos. «La construcción de España, siempre tan singular, está muy apuntalada por la monarquí­a».

«No creo que Felipe tenga un papel complicado», puntualizó Sampedro. «Debe atenerse a lo que marca la Constitución, sin salirse de los cauces de la legislación vigente».

El caso Urdangarin ha devuelto a la calle el debate sobre el papel de la monarquí­a, aunque lo cierto es que no hay voces que públicamente pidan un cambio del modelo de Estado por el que se rige España desde hace 30 años.

Todos los expertos coinciden en señalar que la corona todaví­a goza de buena salud en una sociedad más preocupada por salir de la crisis que por virar a un modelo de República parlamentaria, como las de Italia o Alemania.

«Entre monarquí­a y república, prefiero el rey», dijo Lorenzo Martí­nez, un jubilado de 70 años. «El rey conoce mejor a los españoles».

«Creo que el rey sabe manejar estos tiempos y otros peores. Los ha manejado ya», agregó.