Mala semilla


Es posible que no muchas personas se recuerden de la pelí­cula del mismo nombre. Y por consiguiente no alcancen a comprender al personaje central de ella. Una pequeña niña de 8 años que es capaz de golpear y provocar que su compañerito que habí­a ganado la medalla que ella consideraba le pertenecí­a se ahogara. La impresión del público no termina ahí­. Esta niña es capaz de encerrar al jardinero, atrasado mental, en la bodega y prenderle fuego para evitar que la delate al haber comprendido su responsabilidad en la muerte de su compañerito.

Carlos E. Wer

La dulce cara de esta mala semilla es acompañada siempre de una tonada tras la que esconde su malvado interior. La abuela, que habí­a ofrecido legarle a su muerte un collar, y posteriormente la propia madre que aterrada descubre la verdad, también son ví­ctimas de este pequeño monstruo.

Nuestro personaje también se esconde tras la máscara de la filantropí­a y a muchos sorprenderá que este mecenas, forrado de oro mal habido, que ha distribuido generosamente dinero entre múltiple ONG´s, tenga un trasfondo real, de tan mala semilla o peor, que la pequeña de la pelí­cula. Su historia inicia a temprana edad en su natal Hungrí­a, en la que adolescente es testigo de la ocupación nazi. A pesar de su origen judí­o, es empleado por el teniente general Kurt Becher, jefe de la Waffen SS. Su trabajo era despojar a los judí­os, que viajaban hacia los campos de extermino, de sus propiedades mediante el engaño de que ello les podrí­a salvar la vida. 500 mil judí­os fueron sacrificados en Hungrí­a y de muchos de ellos fue construida su primera fortuna. Confrontado con ese negro pasado, en el que se extraí­an los dientes de oro de los condenados a las cámaras de gas; a quienes se les cortaba el cabello para producir cepillos o aquellos cuya grasa corporal era usada para elaborar jabones; durante una entrevista producida el 20 de diciembre de 1998 por Steve Kroft en «60 minutos», demostró su demoní­aco carácter, el que reconoce fue formado por los nazis, al responder que no sentí­a ningún remordimiento, que «si él ni lo hubiese hecho, todas maneras otro lo hubiera, igualmente hecho».

Nuestro personaje huye hacia Inglaterra en donde es protegido de Karl Popper, quien le inicia en la Sociedad Fabiana. Ingresa a la London School of Economics de la que se gradúa como economista. Además, Koper le enseñaba que el imperio debí­a de crear guerras en los paí­ses atrasados para poder manejarlos con mayor facilidad. Alumno adelantado ha aplicado durante su vida las enseñanzas de su mentor. Cerca de una docena de paí­ses le prohí­ben la entrada por haber provocado crisis económicas, a través de burbujas especulativas contra sus monedas, usando para ello tantos fondos propios y de la corona británica, a la que sirve. Solamente el ataque a la lira italiana le representa una ganancia de 280 millones en menos de una semana.

En 1994, durante una conferencia en el Columbia Presbiterian Medical Center anuncia la creación del Proyecto «Muerte en América», mediante el cual promoví­a el «ahorro», capacitando a enfermeras y estudiantes para eliminar «costosos» esfuerzos en tratar de salvar la vida de los pacientes y financiar medicamentos que le permitieran «morir con dignidad».

Decenas de organizaciones han nacido de la incansable como maquiavélica mente de este personaje que es conocido en el mundo de la finazas como megaespeculador. En 1990 fue el instrumento de los británicos para «inundar» de dinero «caliente» a los Tigres Asiáticos y hacer caer una economí­a creciente de 30 años.

Su Transparencia Internacional ha obligado a paí­ses soberanos a someterse a los «estándares internacionales», que controlan los í­ndices de «riesgo paí­s», otra de las invenciones de este genio del mal, que tras su supuesta filantropí­a, aprovecha cuanta oportunidad se le presente para hacerse de cuantiosas y jugosas inversiones obtenidas a precio de ganga. Los 2 billones de dólares que ha donado en cinco años a sinnúmero de ONG´s en el mundo se quedan pequeños ante las concesiones mineras que ha obtenido en Sudamérica, entre las que cuentan «algunas» minas de oro.

Detrás de la crisis de los «agricultores» argentinos (a los que la prensa no identifica claramente como terratenientes), se encuentra la figura de este personaje quien es el mayor latifundista en Argentina con más de 250 mil hectáreas.

Por falta de espacio no podremos publicar sino una pequeña parte de la turbia existencia de este personaje, quien aparentemente está también tras la explotación del oro guatemalteco, en sociedad con su paisano Edy Stein. Para quien no haya podido identificarlo su nombre no solamente es altamente conocido en Guatemala, tanto como su dinero: GEORGE SOROS.