Antaño se recurría frecuentemente a la frase de “limosnero y con garrote” para referirse a quien pide algo y lo hace bajo la amenaza de usar la fuerza contra el llamado a hacer el favor. Pues ahora vemos que los maestros, encargados de la formación de las nuevas generaciones de guatemaltecos dicen que de todos modos no volverán a trabajar todavía, porque reclaman el cronograma preciso de desembolsos para cobrar su aumento; no se conforman con que se haya aprobado el aumento presupuestario para cubrir el incremento que obtuvieron en negociación con funcionarios que les aprobaron un pacto colectivo de condiciones de trabajo comprometiendo al Estado con una nueva forma de “deuda flotante”.
El aumento de salarios del magisterio puede verse como una conquista laboral de un gremio que merece respeto de la ciudadanía por el tipo de función que desempeña. Pero resulta que ese aumento no está para nada ligado a productividad, medible en términos de resultados de los educandos en las pruebas que se les hagan con arreglo a patrones internacionales para establecer su nivel de aprendizaje. Simplemente fue un acuerdo politiquero entre dirigentes sindicales y funcionarios haciendo chinche el erario, puesto que si hubiera sido una decisión de Estado, coherente con la responsabilidad de quienes manejan la cosa pública, se hubiera negociado que los aumentos serían acordes al incremento en los resultados del rendimiento de los alumnos.
Cada día hay menos alumnos en los establecimientos públicos porque el Ministerio y los maestros no cumplen con sus obligaciones. Los funcionarios actuales están empeñados en acabar con la enseñanza pública y los educadores no entienden que se prestan a una estrategia para lograr la privatización final de la enseñanza. Y se sienten poderosos paralizando el sistema de escuelas e institutos públicos, sin darse cuenta que están cometiendo una especie de suicidio porque su incumplimiento en el trabajo es munición para los que quieren acabar con el modelo de instituciones públicas y gratuitas.
El caso es que, para variar, el alumno es el chompipe de la fiesta. No sólo ya están condenados a recibir la educación mediocre que ofrece el Estado, sino que, además, hasta eso se les niega por que los maestros demuestran su fuerza, su organización e influencia, haraganeando y dejando de trabajar.
Qué futuro podemos tener como país si las nuevas generaciones están condenadas a sufrir hambre y a no recibir educación. Vergüenza debieran tener los funcionarios que, campantes, anuncian que no serán sancionados los maestros en paro de labores.
Minutero:
No es aquí ya nada raro
ver a maestros en paro;
y por eso sus alumnos
salen cada vez más dundos