Maestros ¿maestros?


Debo comenzar estas letras con la afirmación de que la mayorí­a de maestros del paí­s, saben llevar con dignidad y orgullo ese don preciado a quien José Martí­ comparó con un Creador. Y en efecto, el maestro por naturaleza es un creador de HOMBRES, que con las mayúsculas los identificamos como HOMBRES, cuya honestidad, pundonor, patriotismo, coraje, decisión, empuje han construido una patria mejor pese a las adversidades.

Héctor Luna Troccoli

El maestro es forjador de hombres libres, de perjuicios, de racismo, de odio, de dignidad absoluta y honradez a carta cabal. Cuántos deben a sus maestros el haber destacado profesional y moralmente en una nación en que la moral va para abajo en un barranco de ignominia. Y es aún más meritoria la labor de ese maestro de pueblo sin caminos, sin salud, sin un voluntario que trabaje y forje por mí­seros quetzales y que tenga que hacer cuanta tarea se le encomiende, que dirija a la sociedad y que sea el consejero espiritual mejor que cualquier cura o pastor; sin buscar reconocimientos, ni mayores recompensas.

Esos son los verdaderos maestros los que estuvieron impulsando la caí­da de Estrada Cabrera y luego la de Ubico por que su único compromiso era con su patria, incluso a  expensa de su propia vida. ¿Quién no deja de recordar en algún momento de su vida a aquel maestro que le brindó EDUCACIí“N e incluso consuelo? Pero esos tiempos ya están agonizando mientras alguna pequeña cúpula financiada por el Gobierno tenga como «dirigente» a un tal Joviel Acevedo, que de la mano con otro señor (afortunadamente no maestro), llamado Nery Barrios, trate de levantar al magisterio digno y amenazarnos a todos. Pero afortunadamente su antiguo liderazgo se está yendo a donde debe estar: a la cloaca de las inmundicias.

Los maestros ya no lo siguen. Su supuesto liderazgo se está despedazando y ni por los millones que él, Barrios, el hermano de la excelentí­sima, dizque asesor de ese pequeño cí­rculo corrupto han recibido. Y lo más triste, como se vio en la última manifestación, es que engañan a mujeres indí­genas con un pedazo de pan y una tortilla.

  Estas lacras, junto con otras que están en otros sitios más encumbrados son a las que debemos echar, como decí­a un amigo muy temperamental, «a patadas». ¡Pero ya! Una de las profesiones más nobles la ha manchado un pequeño grupo que ha llenado sus bolsillos de dinero, en tanto niños y jóvenes que no tienen el lujo de ir a un colegio privado siguen esperando el pan de la enseñanza.

El cómplice y formador de esta gavilla es el Gobierno, que quiere más impuestos para la próxima elección en donde la doña será candidata. ¡Lástima por la memoria de Marí­a Chinchilla y tantos otros mártires que murieron en las épocas oscuras de nuestra historia ¡Ojalá Joviel hubiera estado allí­!, pero sin salir corriendo.