La madurez tiene que ver con la aceptación de sí misma/o, de la vida y de las circunstancias que nos ha tocado vivir, sean estas buenas o adversas. En esta etapa de la vida la persona observa la realidad y no la niega. Claro está que si considera que es necesaria su transformación, también dedica esfuerzos para cambiar lo que considera puede ser cambiado.
Con la madurez se llega al efecto de siempre aprovechar situaciones de vida para aprender a vivir de mejor manera. El posible dolor acompañante no se entorpece, de manera contraria, se le proporciona mecanismos de expresión y el lugar que necesita mientras tanto.
Una persona que ha llegado a su madurez o edad emocionalmente madura, sabe quién es y trata de serse fiel a sí misma. Logra pensar antes de actuar y en su proceder se observa el beneficio y la atención, no solo para sí misma, sino que para el mundo que la circunscribe. Tiene palabras honestas que no hieren. Sabe actuar de manera independiente, pero observa que ésta suele ser relativa. Debido a que la convivencia social entre los seres humanos nos hace ser interdependientes los unos de los otros.
La persona que se concibe a sí misma como madura, deja de complicarse por cosas superficiales. Aprende a disfrutar de su propia compañía y de la compañía de otras personas. Toma la decisión de complacerse con su existencia, por lo que cada paso que da, cada cosa que ve, toca, siente o percibe, pueden ser motivo de regocijo.
En su trato interpersonal ha comprendido la importancia de dar a los demás, dar desde sus posibilidades, dar porque le apetece, cuando entra en contacto con alguien más desearía que de manera posible pudiera contribuir a disminuir el dolor que pueda acompañarle o a engrandecer sus alegrías.
En la madurez, reflexiono que una de las conductas menos visibles y de mayor importancia es el actuar empático. La empatía no solo ante la desgracia de otro. Ello considero que no tiene tanto merito, como el haber aprendido a alegrarnos por la buenaventura y felicidad ajena. Despojándonos de los celos o la envidia que esta pueda suscitar. Albert Einstein dijo: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos”.
La tolerancia de compartir un mundo en donde existe la diversidad, en donde no todo tiene que pasar como lo planteamos y en el justo momento que lo solicitamos. El aprender a no sentirse herido por cualquier cosa, asumiendo la responsabilidad de lo que se piensa, se siente y se hace en este mundo.
Asumir la responsabilidad de vivir no significa aburrimiento ni normativas o convencionalismos dentro del acto de vivir. Amar la vida es su decisión y al responderle se hace por vocación.
Tiene sueños que lucha por cumplir, planifica y observa opciones. No se deja caer con el primer descalabre en sus esfuerzos por edificar la realidad de sus sueños. Busca aprender y conocer, su curiosidad no le abandona, lo que le permite ser creativa y mantener una búsqueda incasable por ser aún mejor persona que hoy. Para Nietzsche, la madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.