Alemania ha dejado de lado la caña de azúcar y la colza para recibir con los brazos abiertos la madera, la paja o la leche como componentes originales de nuevos biocarburantes, menos susceptibles de provocar el hambre en el planeta, pero tratados con prudencia por los expertos.
La canciller alemana, Angela Merkel, inauguró esta semana en Freiberg (Sajonia, este) «la primera refinería en el mundo» de biocarburantes «de segunda generación», loando lo que calificó de «un trabajo conjunto de la política, la economía y la ciencia».
La empresa Choren quiere producir en este sitio 18 millones de litros anuales de biodiesel, fabricado a partir de residuos de madera.
Para este cometido, se apoya en la petrolera Shell y los constructores de automóviles Daimler y Volkswagen.
El patrón de la Federación de Constructores de Automóviles alemanes (VDA), Matthias Wissman, aplaudió esta «nueva era de biocarburantes» y estimó que Alemania «ha asumido el liderazgo» del movimiento.
Los impulsores de los biocarburantes de «segunda generación» o «sintéticos» reivindican que son inofensivos para el medio ambiente, pero también para la seguridad alimentaria.
Y es que los cereales quedaron al margen: los experimentos en Alemania recurren a la madera, la paja, las malas hierbas y los residuos de la leche de la industria agroalimentaria.
Estos nuevos procedimientos se basan en el reciclaje y en el ahorro de tierras, puesto que utilizan íntegramente la masa vegetal.
Así, un litro de biocarburante de segunda generación requiere entre tres o cuatro veces menos de superficie que la producción de un litro de bioetanol, según Choren.
Estos productos llamados BTL (Biomasa Al Líquido, en sus siglas en inglés) son conocidos también por arder de una forma más limpia y por ser bien tolerados por los motores.
El carburante inventado por Choren «es utilizable por los vehículos de diesel de hoy en día y del futuro», garantizó Dieter Zetsche, patrón de Daimler.
Según los defensores de esta segunda generación, el relevo está asegurado, puesto que los biocarburantes tradicionales, antaño estimados como remedio milagro a la contaminación automovilística, son responsables, según un número creciente de expertos, de provocar el hambre en el planeta.
Pero también hay especialistas que se mantienen prudentes, apuntando a los defectos que presentan estos carburantes futuristas.
Estas refinerías «tiene un costo exorbitante. Choren quiere construir una de una capacidad de 200.000 toneladas, con un costo estimado de 1.000 millones de euros, frente a los 40 millones de euros» que supone un centro de tratamiento equivalente de colza, sostiene a la AFP Frank Bruenhing, de la Federación Alemana de Biocarburantes.
Sin contar «el problema de las materias primas. La madera también es rara, se deberá plantar, ocupar tierras», defiende.
Pero por encima de todo, está el estado de experimentación en el que se encuentran estos biocarburantes.
«Esta refinería de Freiberg es un prototipo, esperemos a que entre en servicio para ver qué tipos de problemas técnicos presenta», recomienda Christian Hey, experto independiente que colabora con el gobierno alemán.
«La segunda generación de biocarburantes estará madura como muy pronto entre 2012 y 2014. Creer que esto puede acelerarse es ilusorio», juzga.
Por último, estos productos todavía están lejos de ser rentables, puesto que el costo de producción para el diesel «de madera», por ejemplo, está estimado en un euro el litro.
Christian Hey
experto alemán