Luz verde en el cielo europeo


El volcán Eyjafjallají¶kull ha bajado la intensidad de su actividad y la nube de cenizas ha dejado de ser una amenaza para los vuelos en Europa. FOTO LA HORA: AFP Emmanuel Dunand

Con la reapertura del aeropuerto de Heathrow, el de mayor tráfico internacional del mundo, el cielo europeo recuperaba poco a poco la normalidad el miércoles tras seis dí­as de caos ocasionado por la nube de ceniza de un volcán islandés, aunque para algunos pasajeros la pesadilla no ha terminado.


Un avión de Air France se prepara para aterrizar en el aeropuerto de Heathrow, el de mayor circulación en el mundo. FOTO LA HORA: AFP BEN STANSALL

Alrededor del 75% del tráfico aéreo, es decir unos 21.000 vuelos de los aproximadamente 28.000 programados, despegarán durante esta jornada en Europa, contra menos del 50% el martes y alrededor del 30% el lunes, según la Agencia Europea para la Seguridad de la Navegación Aérea, Eurocontrol.

Tras el levantamiento de las restricciones de vuelo en Gran Bretaña, Alemania, Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia, por primera vez desde que comenzó la crisis el pasado jueves no hay ningún espacio aéreo europeo totalmente cerrado, aunque siguen vigentes algunas limitaciones parciales.

Estas deberí­an desaparecer también gradualmente cuando las autoridades islandesas señalan que la erupción del volcán Eyjafjí¶ll perdió un 80% de su intensidad desde el sábado y según un sismólogo local la cantidad de cenizas que produce en estos momentos es «realmente insignificante».

Además del caos sin precedentes en el tráfico aéreo, esta erupción provocó pérdidas históricas de ingresos para las aerolí­neas que la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) estimó en 1.700 millones de dólares, factura que podrí­a aumentar cuando se sumen los gastos de alojamiento, alimentación y en algunos casos transporte por medios alternativos que algunas de ellas pagaron a millones de pasajeros bloqueados en el mundo.

Su presidente, Giovanni Bisignani instó a los gobiernos europeos a «asumir sus responsabilidades» y a ayudar a las compañí­as aéreas, ví­ctimas de un «acto de Dios, contra el que no podemos nada».

En Gran Bretaña, paralizada desde el jueves, el tráfico aéreo retomó lentamente en Heathrow y los otros aeropuertos londinenses, donde la alegrí­a de los que regresaban contrastaba con la gran confusión debido al gran número de vuelos cancelados. Las autoridades advertí­an por su parte que «un retorno a la normalidad requerirá tiempo».

La principal compañí­a, British Airways, preveí­a hacer despegar todos los vuelos intercontinentales programados durante el dí­a en Heathrow y Gatwick, para repatriar en prioridad a los pasajeros bloqueados lejos de sus casas, pero la situación era más incierta para los de corta distancia.

Heathrow, que habitualmente opera unos 1.250 vuelos diarios, reabrió el martes por la noche y poco antes de las 22H00 GMT recibió el primer vuelo, procedente de Vancouver (Canadá). El primer despegue, sin embargo, no se registró hasta esta mañana a las 07H06 GMT.

En Francia, los dos principales aeropuertos de Parí­s, Roissy-Charles de Gaulle y Orly, también garantizaban por primera vez todos los vuelos de larga distancia, así­ como el 90% de los de media y corta distancia.

Fráncfort, el tercer aeropuerto europeo, reanudó igualmente sus operaciones.

Sin embargo, el desbloqueo progresivo del tráfico seguí­a siendo virtual para los millones de pasajeros -hasta siete millones y en su mayorí­a ciudadanos de la Unión Europa, según una estimación británica- varados en todo el mundo tras la anulación de 95.000 vuelos en Europa.

Muchos tardarán todaví­a dí­as o semanas en regresar a casa, aunque para algunos está cada vez más cerca.

«Ha sido imposible saber cuándo iban a salir nuestros vuelos o sea que hemos permanecido esperando y haciéndonos preguntas», explicó la francesa Veronique David en Heathrow, donde pasó la noche tras llegar a última hora del jueves después de haber pasado cinco dí­as bloqueada en San Francisco, durmiendo en diferentes hoteles y en el aeropuerto.

«Sólo espero poder volver a Parí­s hoy, porque esto ha sido un auténtico calvario», agregó esta enfermera de 42 años.