El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a pocos días de entregar el poder, lamentó hoy que Estados Unidos desde la llegada del mandatario Barack Obama no haya variado su visión de América Latina ni reconocido la importancia de la democratización regional.
«Cambió poco o nada la visión de Estados Unidos sobre América Latina y eso me entristece mucho, porque estamos viviendo el proceso de democratización más importante del mundo», dijo Lula en su tradicional encuentro de fin de año con periodistas.
El gobernante brasileño, quien entregará el mandato el sábado a su ex ministra Dilma Rousseff, recordó que en abril de 2009 se encontró con Obama durante la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, donde le manifestó al líder norteamericano la importancia de que prestara mayor atención a América Latina.
Más de un año después, Lula lamentó que la situación no haya cambiado.
«Me gustaría que la relación de Estados Unidos con América Latina fuera diferente de lo que es hoy», expresó. «Es necesario que Estados Unidos entienda la importancia de América Latina por la proximidad (de Estados Unidos), por los 35 millones de latinoamericanos que viven allá».
Se quejó de que Washington «no tiene una visión más optimista para América Latina porque siempre prevaleció una visión de imperio».
Documentos filtrados por el sitio de Internet de WikiLeaks señalaron que el Ministerio de Relaciones Exteriores, en la visión del gobierno estadounidense, abriga una visión «anti-americana».
Lula manifestó su esperanza de que Obama visite Brasil en 2011, porque al año siguiente será difícil que lo haga por ser año electoral en Estados Unidos.
«Es importante que (Obama) visite Brasil y otros países latinoamericanos para que vea lo que está ocurriendo aquí», sostuvo Lula.
La presidenta electa, Rousseff, designó como jefe de la diplomacia brasileña a Antonio Patriota, actual número dos de la cancillería y ex embajador en Washington, en una señal de que buscará una mayor aproximación con Estados Unidos.
Para el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el gobernante más popular de la historia reciente de Brasil, sus ocho años de mandato transformaron la relación entre el Estado y la sociedad.
Aseguró que su gobierno estableció una nueva relación con las organizaciones de la sociedad civil, que a su juicio tienen voz en las decisiones oficiales, y aseguró que eso continuará después de que entregue el poder el sábado a la presidenta electa Dilma Rousseff, quien fue ministra de su gobierno.
«Yo cambié la relación del estado con la sociedad, cambió la relación del gobierno con los movimientos sociales. Gracias a Dios el pueblo eligió a Dilma para que continúe eso», declaró Lula en su tradicional encuentro de fin de año con periodistas, el último de sus dos períodos de gobierno.
Lula fue electo en los comicios del 2002 como el primer obrero en gobernar el país más grande de América Latina, al frente del Partido de los Trabajadores (PT), que él mismo fundó y que se transformó en el mayor partido de izquierda de la región.
Su gobierno se caracterizó por los programas sociales que permitieron sacar a casi 30 millones de personas de la pobreza y fortalecer el poder económico de las clases sociales de menores ingresos, lo que creó un mercado interno fuerte que fortaleció el conjunto de la economía.
Sin embargo, también despertó críticas por su apoyo a los sindicatos y al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que impulsa la ocupación de tierras para promover la reforma agraria.
Según el mandatario, su gobierno fue el resultado de una historia de luchas sociales que comenzaron en los años 60 y le permitieron ganar las elecciones del 2002 y 2006 luego de tres intentos fallidos.
«Lula comenzó con la rebelión de los estudiantes de los años 60, las luchas sindicales de los años 70, el nacimiento de los movimientos sociales y la Teología de la Liberación. Yo soy el resultado de todo eso», expresó.
«Cuando se estudie mi presidencia se verá que yo soy el resultado de toda esa efervescencia social que culminó con mi elección», agregó en un breve balance de su gestión.
Adelantó que pretende elaborar un «memorial» de su historia política, comenzando con su incorporación al movimiento sindical en la década de 1970, cuando su liderazgo en las luchas laborales lo lanzó al primer plano de la política nacional.
«Hay una historia de militancia política, de dirigencia sindical, de haber disputado tantas elecciones. Es un bagaje riquísimo que yo quiero organizar para que la gente pueda entender el período Lula», explicó.
A las puertas de dejar el poder, el gobernante que goza de índices de popularidad de 87% en algunas encuestas, descartó una nueva postulación a la presidencia en 2014 y aseguró que apoyará la reelección de Rousseff, a quién él mismo lanzó como candidata.
También desechó la posibilidad de desempeñar un cargo internacional como podría ser secretario general de las Naciones Unidas o jefe de un organismo regional.
Al respecto, dijo que pretende tomarse unos meses para descansar antes de retomar sus viajes por Brasil y una gestión internacional para apoyar el desarrollo de países pobres de ífrica y América Latina.