Julio Donis
La sociedad guatemalteca es desigual y al mismo tiempo es diferente, conceptos que no son lo mismo. Guatemala está marcada y dividida por profundas desigualdades que van desde el orden socioeconómico hasta el sociopolítico. Las primeras tienen su expresión más estrepitosa en las inequidades sobre el acceso a los servicios de educación, salud, pasando por los derechos a un empleo digno, seguridad alimentaria y otros. La evidencia sistematizada en el tiempo ha sido objeto de acuciosos y especializados estudios, de los cuales hay gran acerbo como para hacer series históricas en el tiempo que muestren los pasitos de desarrollo que da la salud o la educación. Sin embargo, no se necesita tanto análisis para observar los barrancos de inequidad que hay en la calle.
En el caso de las oportunidades para la participación política activa, también se puede decir que la desigualdad es enorme.
En general los guatemaltecos no intermedian su acción política a través de los vehículos tradicionales como podrían ser los partidos políticos. La participación en el caso de los movimientos sociales ha quedado estratificada finamente por la cooperación internacional, cada quien demandando su pedacito, sea gay, sea mujer, sea ambientalista, artista, etc.
De hecho las condiciones políticas y sociales que permitan o favorezcan la pertenencia a organizaciones de distinto tipo de manera natural, aún son complicadas. Lo que si ha permanecido es el involucramiento a través de opciones ligadas a la iglesia tradicional en la parroquia del barrio (y ahora por las iglesias neopentecostales) y al deporte. Esto es importante porque hay una relación directa entre ese contexto que facilita o no la organización social y política, con los rasgos de las personas que viven en este país, para hacer avanzar su intermediación política como ciudadanos.
Dicho de otra manera, las pautas de movilización, dadas por instituciones y organizaciones, sean formales o espontáneas, permanentes o circunstanciales, locales o nacionales, implementan en la realidad la oportunidad de participación del ciudadano.
En este contexto la desigualdad campea y separa por grandes vacíos a los guatemaltecos que no logran acercarse y construir una sociedad unida. Vivimos juntos pero separados. En el caso de la diferencia, la misma está expresada por la heterogeneidad, que dicho en buena letra, es abrumadora como pocos lugares del planeta. Este abanico es étnico, por lo tanto cultural, es de riqueza y es geográfico natural. Así como la desigualdad, la diferencia también ha sido objeto de estudios, debate e investigaciones que han recogido y sistematizado esta característica tan singular en este país, todos tratando de encontrar respuestas a la pregunta: cuál es la identidad del guatemalteco?
Las razones para comprender dichas brechas, tienen su punto de partida en el pasado y son de estructura, son de modelo, son de estado, son de responsabilidad de élite; ya las he abordado en otras entregas y sólo voy a reiterar que mientras las élites económicas de este país no asuman con responsabilidad su rol, en medio de esta diferencia y desigualdad, no será viable ni siquiera un proyecto de desarrollo para los negocios suyos, ya no digamos un estado fuerte, educación, salud, tierra, trabajo para todos. Para tal cometido me parece que se fragmentó tanto este país que no será suficiente un pacto de grupos de alto poder político y económico, como sucedió en otros.
Ahora bien, cuando la desigualdad se junta con la diferencia en el contexto de inequidad y en un escenario profundamente excluyente, se produce una suerte de archipiélago de conciencias sobre un mar de inconciencia. Navegamos en las mismas aguas, pero nos desconocemos o nos ignoramos. En la isla capital se aglutinan las pocas oportunidades y en las otras trescientas treinta y dos islitas la situación es precaria y lamentable. Se ambiciona y pregona la descentralización y el poder local, cuando no hay ni siquiera poder nacional porque se ha confundido con centralización. Al mismo tiempo se venden relojes de diez mil dólares en una tienda de centro comercial como se venden baratijas chinas en las bocacalles. La desigualdad es sutil pero dramática al mismo tiempo introyectada, poco cuestionada y culposamente asumida, rasgos que denotan sobre todo, aunque no solamente, a la poca clase media que se ahoga en su ambición aspiracional. Lástima escuchar los adjetivos vulgares de la desigualdad y la discriminación, y decepcionan porque se emiten desde la lógica del consumismo.
Es completamente lamentable escuchar en programas abiertos de radio y en conversaciones cotidianas, expresiones como mucal futura, shumo, muco, recha, cool, chicas malas, estresado (cuando no se entiende o se rechaza algo) y muchas más. Así también hay acciones que se presumen son de unos y no de otros.
Sin embargo, a pesar que navegamos en islotes, el mar es uno solo, hay situaciones y lugares en los que convergen los guatemaltecos, sean los que sean y vengan de donde vengan. El aeropuerto es uno de ellos, las oficinas de migración para obtener pasaporte permiten reunir en el mismo lugar a unos que migrarán con otros que viajarán para las compras de fin de año; aunque parezca increíble las tiendas de determinado pollo aglutinan a muchos; asimismo el estadio Mateo Flores con todo y su clasificación de lugares de acuerdo al precio, pero también es lugar para dar cita a distintas clases sociales, porque ahora el consumo de futbol se ha extendido. Hay ocasiones o más bien situaciones, en las que reúnen alrededor del culto o misa según sea el caso, el abolengo, las clases populares y la aspiracional medianía, puesto que no es en todos los templos en los que ocurre eso. Filas en bancos como colas en los trámites de tipo registral, fiscal o municipal dan la oportunidad del encuentro.
El desarrollo de toda la anterior exposición, me sirve sólo para proponer que los guatemaltecos aspiran a un sentido de nación con un falso patriotismo, porque el desencuentro es sistemático, los lugares comunes son la excepción y son pocos, los lugares que reúnen a pocos, lejos de los muchos son la mayoría. Las islas no serán continente jamás.
Julio Donis
Sociólogo