Después de un año glorioso en 2007, marcado por su elección como presidente de Francia y el impulso arrollador que imprimió a sus reformas, el ímpetu del presidente Nicolas Sarkozy podría frenarse debido a las perspectivas políticas y económicas que se anuncian para 2008.
Elegido por arrolladora mayoría frente a la candidata socialista Ségolí¨ne Royal, la victoria de Sarkozy en mayo no sólo dinamizó a una derecha adormecida al final de la presidencia de Jacques Chirac, sino que también la despojó de sus complejos y le permitió asumir su ideología en temas tan delicados como la inmigración, la seguridad o la distribución de la riqueza.
El factor dominante de los primeros siete meses del mandato de Sarkozy fue su omnipresencia en el tablero político del país. Cada día estuvo presente en los noticieros de televisión y en los titulares de la prensa con un anuncio, una reforma, un viaje y -en ciertos momentos- incluso con los vaivenes de su tumultuosa vida privada, que según sus críticos le permiten desviar la atención cuando debe enfrentar situaciones adversas.
El anuncio de su divorcio con su segunda esposa y ex modelo Cecilia, hacia mediados de octubre, suscitó algunos comentarios perspicaces porque coincidió con una huelga de transporte que paralizaba a Francia.
El desenlace se su matrimonio, en todo caso, puso término a una larga serie de rupturas y reconciliaciones expuestas a la luz de la opinión pública en toda la campaña electoral -desde fines de 2005- y que se prolongaron durante sus primeros meses en el poder.
Dos meses más tarde, mientras la reciente visita a Francia del líder libio Muahmar Kadhafi seguía siendo tema de controversias, el mandatario francés se dejó ver en el parque de atracciones de Disneyland junto a otra ex modelo, la cantante franco-italiana Carla Bruni, que arrastra un tormentoso pasado sentimental.
Esta super exposición de la vida privada del Presidente alimenta una de las tantas controversias que dividen a los franceses. Parte de la prensa se hace eco con frecuencia de ese fenómeno, mientras que otros denuncian también su gusto inmoderado por la ostentacion y el lujo.
Por el contrario, los pasos que inició o cumplió hasta en materia de reformas económicas, sociales e internacionales parecen contar con el apoyo de una clara mayoría del 56% de los franceses, según los sondeos de opinión.
Entre las medidas más audaces aplicadas o iniciadas este año figuran una reforma fiscal que fija un tope de imposición en relación a los ingresos, otra de los regímenes especiales de jubilación -impuesta a pesar de una huelga de transportes de nueve días-, una enmienda del sistema de financiación de las universidades y una modificación del régimen de ingreso y estadía de los inmigrantes en Francia.
A pesar de que algunas de estas medidas significan un cuestionamiento del sistema social francés, heredado del gobierno del Frente Popular de 1936 o de los principios elaborados por la Resistencia contra la ocupación nazi, la oposición socialista en descomposición después de la derrota de su abanderada Segolene Royal, poco o nada ha podido hacer para impedirlas.
Una de las razones que agravó la descomposición de la izquierda fue la astuta maniobra de Sarkozy, que incorporó a su gobierno a numerosas figuras del Partido Socialista o de su órbita ideológica. La figura más emblemática de ese éxodo ideológico es el actual ministro de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner.
En el terreno de la política exterior, precisamente, Sarkozy también dio un vuelco espectacular a la posición tradicional de París con un claro acercamiento a Estados Unidos y una posible reintegración de Francia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
También cumplió su promesa de restablecer el papel protagónico de Francia en Europa, severamente deteriorado por el rechazo a la Constitución europea en 2005. Francia espera tener una tribuna de primer orden para difundir sus proyectos cuando le toque ejercer la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE) en el segundo semestre de 2008.
Para 2008, sin embargo, queda aun pendiente uno de los temas que más preocupa a los franceses: el poder adquisitivo.
El nivel de los franceses está amenazado por un crecimiento estimado en no más del 2% y un contexto mundial desfavorable por la acción conjugada de inflación, crisis bancaria y alto precio de las materias primas, en primer lugar del petróleo.
En marzo, Sarkozy deberá someterse al examen de la urnas en unas elecciones municipales que podrían canalizar los descontentos acumulados en todos estos meses.
Descontentos que podrían ir creciendo en la medida en que decida avanzar con las anunciadas reformas en la salud, jubilaciones y del mercado de trabajo. Esos tres objetivos sin duda provocarán más resistencias que las medidas adoptadas en sus primeros meses de gobierno.