Decenas de miles de bomberos rusos luchaban hoy con la ayuda del Ejército contra los incendios forestales que causaron una treintena de muertos y arrasaron pueblos en el oeste del país, golpeado por una ola de calor sin precedentes.
Con más de 120.000 hectáreas en llamas y cientos de focos de fuego diseminados en miles de kilómetros, el alcance de la catástrofe es tal que el Gobierno decidió, según el ministerio de Situaciones de Emergencia, movilizar a casi 240.000 hombres y 25.000 vehículos, incluidos 226 aviones y helicópteros.
«Es una verdadera catástrofe natural que sólo pasa cada 30 ó 40 años», consideró este sábado el presidente ruso, Dimitri Medvedev, al recibir el informe del ministro de Defensa, Anatoli Serdiukov, sobre los esfuerzos de los militares.
El Kremlin movilizó al Ejército el viernes ante la extensión de los incendios, agravados durante los últimos días por el viento, que hace que se propaguen más rápido.
Las autoridades no han comunicado un balance oficial, pero según la televisión pública Rossia este sábado a media jornada había 28 muertos y más de 3.000 personas que se quedaron sin casa.
La AFP, basándose en diferentes fuentes locales, contabiliza más de 30 víctimas mortales.
El fuego se ensaña sobre todo con las regiones del centro y de la cuenca del Volga, al este y al sudeste de Moscú.
Según el canal Rossia, los habitantes de las afueras de Togliatti, una ciudad de casi un millón de habitantes situada a unos 1.000 kilómetros al sudeste de Moscú, «se preparan para una evacuación» ante la espesa humareda cargada de cenizas que se eleva de los bosques aledaños.
El viernes, 2.000 personas fueron evacuadas de un pueblo de veraneo cercano a esta ciudad, según la agencia Ria-Novosti.
Rossia mostró imágenes de pinares convertidos de repente en una bola de fuego. También se veían bomberos abrumados por la situación pese al apoyo de los habitantes y aviones lanzando agua sobre las casas.
«El bosque se abrasó por el viento, me pareció que iba a alcanzar las casas, entonces conecté la bomba (de agua) a mi cisterna. La casa de mi vecino se incendió y empezamos a apagarlo, pero el fuego se propagó a esta casa, luego a aquella, y a aquella otra», contó, de pie sobre las ruinas humeantes, un residente de los suburbios de Voronej (600 km al sudeste de Moscú), según imágenes de Rossia.
En esta región, casi 10.000 niños que se encontraban en campamentos de vacaciones tuvieron que ser evacuados, según la agencia Itar-Tass.
En Nijni Novgorod, 440 km al este de la capital, el aeropuerto prohibió aterrizajes debido al humo y a las cenizas que flotaban en el aire y que también complican el uso de avionetas antiincendios.
Para los próximos días los servicios meteorológicos prevén sequía y altas temperaturas de hasta 40 grados Celsius en algunas regiones.
Pese a las previsiones desfavorables, los servicios de socorro toman medidas preventivas y el recurso a la aviación permite «mantener la situación bajo control», señaló el ministerio ruso de Situaciones de Emergencia en un comunicado.
Un portavoz del ministerio declaró sin embargo a la agencia Interfax que la región de Moscú es la única que experimentó una disminución del número de focos de incendios y que la situación seguía siendo «difícil» en las zonas del centro, del Volga y de los Urales, donde en 24 horas ardieron 30.000 hectáreas más.