Lucha contra el hambre


Toda acción se demuestra con el movimiento. Múltiples esfuerzos apuestan a la lucha contra el hambre. Es el despertar poblacional en un tiempo crí­tico del paí­s. Ante tan dramática situación emerge una respuesta positiva. Su dimensión genera asombro al instante y deseo sincero, ostensible además de brindar la ayuda hecha realidad total.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

La persistencia del grave problema tiene raí­ces desde antes. Imágenes en vivo repercuten sobre todo atinentes al área rural. Allá llegan en busca de votos los politiqueros ávidos, pero después el olvido. Regiones que posesionan diferencia abismal en todo sentido. Representan la Guatemala para muchos ignorada totalmente, como si nada de nada.

Por este aldabonazo surgen criterios como opiniones al por mayor. Referente a las causas generadoras del problema social, forman fuerte sumatoria. La tenencia de la tierra sin justicia. Pobreza extrema limitante de la indispensable inversión concerniente al cultivo y explotación posterior. Carencia de asesorí­a y apoyo financiero al pequeño agricultor.

Mediante señalamiento pragmático cobra brillo el ejemplo conocido. Resulta mejor enseñar a pescar, en vez de regalarlo así­ no más. Pero es obvio la extensión de la hambruna merecedora de pronta atención. Por cuanto las experiencias aleccionadoras, encajan más adelante con ojo avizor y los recursos pertinentes bien utilizados y racionalizados.

El caso sobrepasa cualquier miraje. Cuestión de unificar esfuerzos es este cuadro real que suma penurias a montón. Refleja el drama cotidiano nuestro, urgido de solución. Viene a propósito un pensamiento que reza. «Señor, da pan a quienes tienen hambre; y da hambre de ti, a quienes tienen pan en abundancia ostensible». Que así­ sea.

Ahora la población está dispuesta a volcarse. Entidades de servicio al frente hacen excitativa a la no desmentida generosidad del guatemalteco. Los centros de acopio alcanzan indicadores significativos. Puede comprobarse muy fácilmente el hecho que existe solidaridad a manos llenas cuando amerita el caso, sin vacilaciones.

Fenómenos naturales ponen su cuota alarmante. Esa fuerza demoledora origina sequí­a ajena a precedentes. Consecuencia lógica del desequilibrio climático imponderable exhibe un panorama desconsolador. La humanidad viene a ser ví­ctima de tal fenómeno. Pero, aun así­, no para mientes en su comportamiento conductual destructor en marcha.

Distante en pontificar, creo que a las nuevas generaciones heredamos un negro porvenir. De igual manera, las mismas harán otro tanto angustioso. Recordemos que el ciclo vital es en sí­ntesis un permanente relevo. Constituye por consiguiente el compromiso puntual que al no haber enmienda o cambio, representa simplemente arar en el mar.

Hoy por hoy la comunidad da una respuesta meritoria. Sabe y puede contribuir según sus posibilidades. Visto está, el hambre a la vista motiva y sensibiliza hasta las piedras. Pese al ambiente imperante, no lecho de rosas, reacciona con prontitud en favor de tan noble causa. Ello es digno de elogios y del justo reconocimiento.

Esos logros evidencian un rango importante. Deseable en gran medida deje experiencias aleccionadoras tal actitud conductual. Tarea compleja por demás, sin embargo, no imposible. Lejos de esperar que la ayuda internacional resuelva el caso en definitiva, fuera de serie, por sus repercusiones tremendas, con giros enormes al fin.

En primer término la intervención gubernamental, sin excusas ni pretextos. Aunados los organismos del Estado, con destino a prever, antes que lamentar. Una efectiva coordinación será el bastión principal en beneficio del bien común, al tenor constitucional. Todo sea por mitigar los avances patéticos del hambre sobre los connacionales.