Ignorada mucho tiempo, esquivada y hasta marginada, la homosexualidad del poeta español Federico García Lorca, fusilado a los 38 años por las tropas franquistas en agosto de 1936, es motivo ahora de un estudio profundo por parte de su biógrafo irlandés, Ian Gibson.
«Lorca y el mundo gay», de Editorial Planeta, que saldrá mañana a la venta, relata el «drama del gran poeta del amor oscuro, frente a la sociedad machista e intolerante» que era la España de principios del siglo XX, sobre todo su Andalucía natal.
Fue «muy difícil» para el autor del «Romancero gitano» (1928) «convivir con su condición de gay», explica el autor irlandés. «Temía que se le tomara por un afeminado».
Sin embargo, «la obra de García Lorca, actualmente de alcance mundial, no existiría sin su condición de marginado sexual, sin su identificación, profundamente cristiana, con todos quienes sufren, con todos los que se sienten excluidos o rechazados», escribió Gibson.
El biógrafo, conocido por sus trabajos sobre la muerte del poeta y por haber contribuido a localizar la fosas común donde reposaba García Lorca en la provincia de Granada (Andalucía, sur) explica haber querido hacer un «libro militante».
Gibson quiso lograr «un libro muy reivindicativo», en el que quede claro y que «se note mi indignación ante estas tendencias (homófobas)», que fueron «unas de las componentes del asesinato de Lorca», explicó este irlandés de 69 años actualmente nacionalizado español y residente en Madrid.
El poeta fue fusilado pocas semanas después de la insurrección franquista, a manos de antirrepublicanos, en compañía de dos anarquistas y de un maestro de escuela, entre los pueblos de Alfacar y de Víznar, a pocos kilómetros de Granada.
Uno de los presuntos asesinos se paseó por Granada presumiendo de haberle «metido dos tiros por el culo, por maricón», según el mismo Gibson. La dictadura de Francisco Franco que siguió a la Guerra Civil (1936-39) censuró mucho tiempo su obra y reprimió a los homosexuales.
«Durante décadas, la homofobia y la homoadversión reinantes en esta sociedad hicieron difícil y arriesgada la tarea. Había que proteger la reputación del poeta, renunciar a «hurgar» en su intimidad, distinguir entre la obra y la vida, etc», escribió su biógrafo.
Gibson abordó de manera extensa las estadías del poeta en Madrid, donde podía escapar al pensamiento provinciano andaluz y mantener su «relación muy importante, fundamental», con el pintor Salvador Dalí en la capital española, sus viajes a Nueva York y a Cuba.
Pero el trabajo investigativo también versa sobre un amor de juventud «imposible» con una refinada adolescente de la aristocracia cordobesa, María Luisa Natera Ladrón de Guevara, una «niña» de ojos azules que tocaba Chopin a la perfección con sus manos de porcelana sobre el piano.
«No se ha apreciado suficientemente la valentía del poeta frente a su difícil condición sexual», concluye Gibson.