íšltimo adiós a Solzhenitsin


Una mujer pasa frente al ataúd en donde yace el cuerpo del escritor Alexander Solzhenitsin.

Cientos de dolientes desfilaron hoy en la Academia Rusa de Ciencias de Moscú ante los restos mortales de Alexander Solzhenitsin, el célebre escritor ruso disidente que relató los horrores del gulag soviético, pero cuya obra es vista con indiferencia por los jóvenes.


Sus fieles lectores pasaron junto al féretro abierto de Solzhenitsin dejando flores y persignándose ante una de las últimas leyendas literarias de Rusia, que falleció en su hogar el domingo por la noche a los 89 años.

El Premio Nobel de Literatura 1970, que pasó ocho años en los campos de concentración soviéticos de Josef Stalin (gulag), será enterrado durante una ceremonia ortodoxa mañana en el Monasterio Donskoy de Moscú, construido en el siglo XVI.

El primer ministro y ex presidente ruso, Vladimir Putin, se inclinó hoy ante los restos de Solzhenitsin, según imágenes transmitidas en directo por la televisión rusa.

Ayer, el jefe de gobierno habí­a declarado que su desaparición era «una gran pérdida para toda Rusia. Estamos orgullosos de que haya sido nuestro compatriota y contemporáneo».

Putin, ex oficial de la KGB (el ex servicio secreto) y presidente de Rusia de 2000 a 2008, ofreció sus condolencias a la viuda de Solzhenitsin, Natalya, que estaba junto al féretro.

Entre los dolientes se encontraba hoy Serguei Aristarjov, que llevó un ejemplar de «Un dí­a en la vida de Iván Denisovich», el relato de Solzhenitsin sobre la vida en un campo de trabajos forzados soviéticos, y un ramo de flores blancas.

«Vine aquí­ porque en los años 70 leí­ este librito que cambió todo para mí­ (…). Cuando escuché la noticia ayer, fue un golpe terrible», afirmó este hombre de 64 años, antes de estallar en llanto.

«El escribí­a y no tení­a miedo», dijo Alexander Shelyudkov, un obrero de la construcción de 34 años. «El no temí­a decir lo que pensaba (…). Fue un ejemplo para todos nosotros», dijo Valentina Reshetnikova, una especialista en ingenierí­a genética jubilada.

Ayer, el presidente ruso Dimitri Medvedev inició la serie de homenajes de los dirigentes mundiales con un telegrama de condolencias enviado a su familia en el cual elogió a «uno de los principales pensadores, escritores y humanistas del siglo XX».

El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, la canciller alemana, Angela Merkel, la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice, y el último presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachev, también rindieron homenaje a Solzhenitsin, célebre por su imponente obra titulada «Archipiélago Gulag», publicada por primera vez en Parí­s en 1973.

Los diarios rusos expresaron su dolor por la desaparición de un gigante literario.

«Un profeta ha muerto en su patria», afirmaba un titular del diario popular Komsomolskaya Pravda. El diario del gobierno, Rossiiskaya Gazeta, comparó a Solzhenitsin con Lev Tolstoi.

«El no era una de esas personas que todos aman (…). Pero fue una de esas personas cuyo papel en la historia no puede ser exagerado. No sólo fue significativo, fue enorme», afirmó el diario Kommersant.

Solzhenitsin sacudió las bases del poder soviético con sus inquietantes relatos sobre los campos de trabajos forzados. En 1970 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura pero no fue a recibirlo por temor a no poder regresar a su paí­s. En 1974 fue expulsado de la Unión Soviética.

Vivió 18 años en Estados Unidos.

Regresó a Rusia en 1994 luego de un largo viaje en tren que lo llevó desde la ciudad de Magadan, donde miles de personas murieron en los campos de concentración, hasta Moscú. En cada parada a lo largo del camino era recibido por multitudes de admiradores.

Pero sus lúgubres arengas en la televisión rusa sobre los peligros de imitar a Occidente y la necesidad de revivir los valores ortodoxos eran muy impopulares, aunque sus posiciones tienen más seguidores en la Rusia actual.

En los últimos años hizo campaña en favor de una mayor autonomí­a de las administraciones locales, y criticó a Putin por la falta de libertades democráticas, pero también lo elogió por revivir la grandeza de Rusia.

En junio de 2007, Putin le entregó el Premio del Estado, el galardón más importante de Rusia, elogiando su devoción a «su patria» en una lujosa ceremonia realizada en el Kremlin.