Los últimos ensueños de Schubert y Schumann


Oscar-Marroquin-2013

Como lo apuntara Camille Mauclair sobre las relaciones entre Schubert y Schumann diremos como el autor: ¡Oh dulces pequeñas ciudades de la Alemania romántica y soñadora! Recientemente en Nuremberg, delante de la casa de Alberto Durero, delante de la taberna adosada a la iglesia de San Sebaldo, en donde dormía Durero, tuve la sensación de que el tiempo se había parado por completo. Nada parecía haber cambiado y el sentimiento era el mismo, ese sentimiento de lo fantástico, siempre presente e invisible, que surge en las existencias ingenuas y delicadas. Esta columna va dedicada a Casiopea, esposa de lucero, que en su alma de puntillas todo el vibrar sonoro de los mares ancestrales y en sus calles de lirio se deslizan mis alas grises.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


Este sentimiento es el Gemuth Alemán, ese algo incomunicable que se expresa con una palabra intraducible y cuyo reverso es el Stimmung o energía anterior. De esto se compone la literatura que va de El Rey de los Alisos hasta La Margarita hilando. Cuando se vaga por las mañanas en Nuremberg o bien cuando se atraviesan a la luz de la luna los bosques de Franconia, entonces y solo entonces, puede comprenderse esa necesidad del lied en Alemania, ese contraste de terror y serenidad, ese amor a lo raro que interviene en una existencia apacible y esa espera perpetua de lo trágico, cotidiano, esa intimidad de la villa y esa exaltación del bosque, todos esos elementos de que está compuesto el romanticismo en Alemania, y que no dependen de una escuela literaria, de una formación política, de una moda, sino de la constitución misma del terreno.
  
Pero Schumann es posterior en veinte años, pertenece al segundo romanticismo, es un hombre que se adelantó a su tiempo, un precursor, uno de los seres que han formado nuestra visión, es nuestro contemporáneo por anticipado y es también, por desgracia, un ser víctima de las formas profundas y más actuales de la neurastenia, es decir la locura fue afectando su creación musical. Por otra parte Schubert no obstante su pobreza, logró en el primer romanticismo, un exquisito trabajo de la canción alemana.

Jamás creador alguno identificó hasta tal punto con el paisaje natal, ni tuvo menos necesidad de excitación ficticia, de ingeniosidad en los procedimientos. En aquella época apenas existía la prensa. Se viajaba poco. Los músicos practicaban su arte en rincones perdidos, sin quejarse. Ya sabéis cómo vivía Juan Sebastián Bach. Schubert se consideró muy dichoso el día que le ofrecieron cien florines por una cantata y si el conde de Esterhazy no le hubiese llamado para dar consejos a sus hijas, no habría conocido ni siquiera unos meses de vida acomodada, único descanso en los treinta años de alegre pobreza que pasó en la Tierra.
  
En cuanto a la gloria, seguramente pensaban en ella, pero del modo más desinteresado y sin confundirla jamás con la publicidad y sus concesiones. Un buen compositor de lieder gozaba de una reputación parecida a la de los Minnensinger, transmitida por tradición oral, y en las escasas cartas de Schubert –que escribió muy poco– se le ve encantado por haber encontrado en un viaje a una gente que cantaba sus melodías. Por otra parte, aquellos hombres leían poco.
  
 “La Hermosa Molinera” dará una idea de las obras punzantes y exquisitas que supo hacer con unos poemas que, tratados por otros, son insignificantes  En estas condiciones se elaboró esa forma de sentimiento schubertiano y schumaniano, que es, en la literatura musical, la expresión suprema de la sencillez de corazón de la música confidencial.