Las tradiciones y devociones populares dedicadas a los tres Santos Reyes Magos tienen su origen en los procesos que se desarrollaron en torno a la primitiva evangelización en América, en la cual, el arte en todas sus manifestaciones jugó un papel determinante. La producción artística procedente del periodo de la dominación hispánica, relacionada con el ciclo de la Natividad del Señor nos da los primeros indicios.
Universidad de San Carlos de Guatemala.
Al hacer deducible el arte regional mesoamericano, en las ramas de la pintura y la escultura, dejando para otros estudios la bastedad de ejemplos en los campos de la música, las danzas y la literatura, podemos afirmar que las primeras representaciones plásticas con este tema fueron creadas para integrar los retablos coloniales en los templos y conventos, a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
A guisa de ejemplo, se citan las obras que forman parte de las colecciones estatales de las iglesias y museos de Guatemala, las cuales son producto del intenso intercambio artístico entre el virreinato de La Nueva España y la Capitanía General de Santiago de Guatemala, realizadas por los pintores barrocos mexicanos, Cristóbal de Villalpando, Pedro Ramírez, Juan Correa y Miguel Cabrera, por mencionar algunos nombres, las cuales aún se exponen en la Catedral Metropolitana y el Museo de Arte colonial de La Antigua Guatemala.
En los retablos que se conservan en los templos de las ciudades del valle central de México, cuyos habitantes llegaron a nuestro suelo formando parte de los contingentes españoles que conquistaron y sojuzgaron la región, podemos apreciar, entre las escenas de la representación de la natividad de Jesús, dos que son fundamentales, siendo éstas la Adoración de los Pastores, que se encuentra colocada, por orden cronológico, sobre la “calle” de la Epístola, es decir a la izquierda del mueble y en la “calle” del Evangelio, a la derecha, la Adoración de los Tres Santos Reyes Magos.
Estas dos epifanías estuvieron siempre presentes en los retablos que vistieron los templos de las ciudades europeas y las de las colonias españolas a ultramar, en el continente americano, particularmente y con mayor énfasis, en las ciudades virreinales de México y el Perú. En Puebla de los Ángeles, México, ornando una de las naves procesionales del templo del convento franciscano de San Miguel Arcángel de Huexotzingo, existe una obra que presenta la escena de la adoración de los tres Reyes magos, probablemente de finales del siglo XVI, atribuida al pintor Baltasar de Chávez Ório (1548-1620) llamado Echave “El viejo”, cuya observación directa del original motivó este ensayo.
Aparece también un trabajo de similares características a la obra angelopolitana en el templo de San Bernardino de Xochimilco, cuya referencia se agradece a la periodista e investigadora mexicana Isabel Aquino Romero, vecina de la ciudad de San Luis Huamantla, Tlaxcala, quien amablemente compartió con el autor que, según referencias documentales del Instituto Nacional de Historia de México, la autoría de la obra se atribuye al artista Simón Pereyns, quien pudo haberla realizado en el año de 1584.
Ambas adoraciones o epifanías tienen singular importancia en la celebración de los misterios relacionados con el nacimiento del niño Jesús, tema central del ciclo de la natividad, la primera por ser la realizada por el pueblo judío significado en los pastores de Belén y la segunda, la de las naciones de la gentilidad, en clara alusión a la adoración de los Tres Santos Reyes Magos procedentes de Asia, Europa y África, el mundo conocido en esa temporalidad, haciendo énfasis en el pensamiento teológico de la época, que gustaba de contraponer las dos manifestaciones. En las obras pictóricas referidas no hay ninguna novedad iconográfica ni alguna sutileza que las impregne de originalidad, como sucederá posteriormente a partir del siglo XVII.
Podemos inferir que esta situación obedece a que el tribunal de la Inquisición no las hubiera permitido, agregado a que la mayoría de pintores mexicanos al igual que los santiaguinos en Guatemala, tomaron como modelos, sin ser posible ninguna alteración, los dibujos y grabados europeos, los cuales llegaron a México y en consecuencia a Guatemala, para ser entregadas a los obispos quienes los distribuyeron entre los artistas locales residentes en sus prelaturas, sirviendo estos diseños como la base para la producción de las obras de arte con temas religiosos relacionados con la vida de Jesús, la Virgen María y de los Santos.
Ya en el siglo XVII, a pesar de la vigencia de la real disposición vigilada por la iglesia y el Santo Oficio, los artistas sacan partido del carácter popular de la escena, de los contrastes que ofrecen las rusticas vestimentas de los pastores y lo ampuloso de los atuendos de los Tres Santos Reyes Magos, el esplendor de sus finos brocados, la riqueza de sus joyas y de los presentes para el niño Dios encerrados en finos cofres, y sobre todo, el tipo aristocrático de los santos adoradores visitantes del recién nacido Rey de reyes, personalizando con ciertos detalles y genialidades su trabajo.
No se puede dejar de citar las dos magníficas “Adoraciones”, obras de Cristóbal de Villalpando, realizadas en la segunda mitad del siglo XVII, que se encuentran expuestas en la pinacoteca de la Iglesia de San Diego, en México, y que forman parte de los catálogos del pintor, cuyo trabajo fue el más numeroso y prolijo en el intercambio entre ese país y Guatemala, siendo posible apreciar en el acervo del Museo de Arte Colonial de La Antigua Guatemala y el templo de San Francisco El Grande de la Nueva Guatemala de la Asunción, una muestra de su extraordinaria calidad artística en las obras que integran la Serie de “La vida de San Francisco”, piezas autógrafas y fechadas, la mayoría, en 1692.
En beneficio del Maestro Villalpando, debe mencionarse que una de las innovaciones que imprime en su obra, consiste en incorporar en la composición de las pinturas relacionadas con la Natividad, un “foco” de luz que ilumina al grupo de personajes, brotando los rayos del cuerpo del niño Jesús, irradiando un resplandor que delinea y enfatiza las figuras de la Virgen María y San José y saca de las sombras de la penumbra las siluetas de los pastores y los tres Santos Reyes Magos. Este procedimiento empleado por Villalpando, impregna las obras de un carácter especial y les confiere un cierto encanto característico, el cual es tomado para la realización de uno de los cuadros más importantes sobre este tema, como lo es “El nacimiento”, obra maestra de grandes dimensiones (6×3 metros), del Pintor novohispano del siglo XVII, Pedro Ramírez, “El Mozo”, autor de las pinturas de la Serie “La vida de la Virgen María” que se exponen actualmente en la nave central de la Catedral Metropolitana de la ciudad de Guatemala.
La obra maestra de Ramírez, fue encargado para la Rectoría del Convento de Padres Bethlemitas, filial de la Orden hospitalaria fundada en Guatemala por el Santo Hermano Pedro de San José de Betancourth, cuya casa funcionó en el virreinato de la Nueva España, con hospital anexo, conservándose en la actualidad, parte de sus ruinas en el crucero de las calles Tacuba y Bolívar de la ciudad de México, lugar del que irradió, entre otras virtudes y méritos que le corresponden a la Orden Betlehemita y a su fundador, la difusión de la tradición de las posadas guatemaltecas en la capital del vecino país y en consecuencia su irradiación a todo el territorio mexicano en sustitución de las misas de Aguinaldos.
Conociendo la forma y los medios por los que se introduce y se da a conocer la devoción a los reyes magos en Guatemala y su presencia a través del arte plástico, en lo relacionado a las tradiciones populares de su día, el 6 de enero, según estudios realizados por el Licenciado Mario Ubico Calderón, profesor titular de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos, sin duda alguna, el cambio de “Varas”, en los primeros días del año, es decir la entrega del Bastón que simboliza la autoridad de los alcaldes y otros puestos de dirección local a las nuevas autoridades, fue motivo para vincular esta actividad a la festividad religiosa del día, la cual fue observada por el fraile dominico y viajero inglés Tomás Gage en la primera mitad del siglo XVII, según la descripción de su viaje por Guatemala contenida en su crónica de viajero, la cual refiere que “El día de los Santos Reyes, los alcaldes y todos los oficiales de justicia vienen también a rendir sus homenajes y a traer sus ofrendas a ejemplo de los santos reyes, porque ellos representan el poder y la autoridad del rey”.
El Santo Hermano Pedro de San José de Betancourth, en su testamento, menciona que a mediados del siglo XVII, en el reino de Guatemala, se celebraba con fervor la festividad en torno a los Santos Reyes Magos, con una solemne procesión: “La víspera de los reyes, en memoria de la adoración que hicieron al Verbo Divino, se traen las imágenes de los Santos Reyes desde el convento de la Merced a esta casa de Belén, repitiendo a coros el Rosario”.
Como testimonio de la veneración del Santo guatemalteco, de origen Canario, sobre el misterio de la encarnación, los hechos anteriores y posteriores, en el escudo de la Orden Bethlemita aparecen representados los tres Santos Reyes Magos por tres coronas ducales en formación bajo la estrella luminosa de Belén que los guió hasta el pesebre del niño Jesús.
Las festividades del 6 de enero tuvieron como principal sede la iglesia del pueblo de San Gaspar Vivar, que se encuentra a tres kilómetros de la ciudad de la Antigua Guatemala, ubicada en las faldas del volcán de Agua, cuya fachada y altar mayor es presidida por las imágenes de los tres Reyes magos, recibiendo en aquel lugar especial veneración desde mediados del siglo XVI hasta la fundación del pueblo nuevo de San Gaspar de Vivar en la Nueva Guatemala de la Asunción, en el sector principal de la actual zona 8 de la ciudad capital.
*Retablo de los tres santos reyes magos en un pueblo del occidente de Guatemala. (Fotografía del autor).
*Novena para los reyes magos impresa en la ciudad de Guatemala a finales del siglo XVIII (Fotografía del autor).