El civismo está de vuelta. Para algunas personas la oposición a un gobierno es civismo, porque trasciende las diferencias partidarias. Para otras el civismo es puro mientras la política es sucia. Pero realmente, ¿qué es el civismo?
Los antiguos griegos estaban convencidos de que así como conocemos las virtudes personales también existen las virtudes cívicas que tienen que ver con las relaciones con los demás. Es más, para los filósofos griegos, las virtudes personales, y la misma condición de humanidad, sólo tienen sentido a la luz de que se vive con otros. Ser humano es ser social, decían.
Modernamente los pensadores de la ética civil discuten sobre cuáles han de ser las virtudes cívicas que hay que transmitir en una sociedad democrática. Así que mientras, para algunos serían la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto y el diálogo; para otros la lista debe incluir la solidaridad, la responsabilidad, la tolerancia, la profesionalidad y la buena educación.
A efectos de simplificar las ideas podemos imaginar el civismo como un edificio construido en tres niveles. La buena educación, la urbanidad o el respeto a los demás es el primer nivel. Es lo que debería brindar la educación primaria que comienza en el hogar y continúa en la escuela. Se conjuga el respeto a los demás como parte del valor que cada individuo se atribuye a sí mismo.
Hay un segundo nivel donde la persona adquiere la conciencia de que pertenece a una entidad que sobrepasa a la familia. Es el colectivo que nos permite convivir. Es lo que puede llamarse como un orden social. Desde siempre se le ha llamado patria. Y a ese colectivo se le ama, se le respeta y se le sirve. Por lo que en el segundo nivel se cultiva el amor a la patria, el respeto a los símbolos nacionales. Pero también la conciencia de que hay un patrimonio común en la historia y en el ámbito de la naturaleza.
Ubicados en el tercer nivel observamos que el civismo va más allá de la buena educación y del amor a la patria. Civismo es la práctica activa de la ciudadanía. Civismo es ejercer y reclamar los derechos ciudadanos que suelen atropellar o ignorar los gobiernos. Por ello, civismo es superar la indiferencia social y política y cuánta falta nos hace ese civismo en una sociedad acostumbrada a dejar pasar y dejar hacer.
Como se ve, el civismo tiene varios enfoques, pero lo que parece urgente es la necesidad de fomentar y educar a la población en una serie de hábitos de conducta que conformen y ordenen nuestras relaciones sociales. Así como superar el inmovilismo, para que la ciudadanía se ejerza como parte de las virtudes cívicas que deben ser parte del carácter moral de cada persona.
NOTA: A partir de esta fecha se da inicio a la columna «Jueves Cívico» de la Organización Cívica de Guatemala (OCG), una Asociación no partidaria dedicada a la práctica y fomento del civismo y cuya página se encuentra en www.ocgt.org Sus comentarios y aportes serán bienvenidos.