Los trece de la fama


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El disfrute de la vida, las responsabilidades anejas a una misión o a un cargo laboral o las vicisitudes de la vida misma, nos pone, a veces, en situaciones difíciles que exigen decisiones solemnes.

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POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

La juventud, en su brevedad, a la vez que es turbulenta,  con  frustraciones, limitaciones, impulsos precipitados, incertidumbre y temores,  es una etapa importantísima en la vida de una persona, porque también es   vigorosa, creadora, nimbada de sueños y propósitos. Es cuando se colocan las bases para levantar con  solidez el gran edificio de la vida y  dale paso a la madurez para que el quehacer diario se realice sin ese ímpetu juvenil, sin las prisas de ese mañana indeterminado, sino paso a paso como lo hace el reloj cuando marca los segundos, los minutos, las horas y el día. 

Los jóvenes que aún no tienen fortaleza en sus alas, son tímidos para levantar el vuelo  o cuando las tienen,  se exceden y abusan  para subir muy alto en poco tiempo, necesitan antes de levantar el vuelo,  de nutrientes que les permitan soportar las contingencias  que da la vida. Deben de tener la iluminación y la firmeza  necesaria para tomar el camino correcto. Aquel que  conduce al éxito. Y no dejarse llevar por el orgullo,  la vanidad y el ímpetu  para sentirse como la enorme estatua que relata Nabucodonosor que tenía oro, plata y hierro, pero los pies de barro. Sopló una leve brisa y se desplomó. La decisión marca –ineludiblemente-  un antes y un después.

La toma de decisiones no es cosa para ese mañana indeterminado o para  cuando se pueda o se quiera, sino para hoy, para este preciso  momento.

Tengo la experiencia de haberla vivido. Necesité algo con que asirme al quedar desprotegido. Mi fe en lo trascendente fue sustanciosa, poderosa y necesaria. Con el aliciente de que “nunca la noche es más prieta que cuando va a amanecer”, recurrí a consejos que fortalecieran mi decisión ante lo incierto del momento y del mañana. El cortarme las alas fue como morir  ante la necesidad de darle vida a  dos verbos: subsistir y desarrollar, como lo recomienda don Manuel Aguilar en su Experiencia Editorial. Horacio me regaló dos consejos magistrales que seguí sin alterarlos.  “En los momentos difíciles, mantén serena tu mente”. La serenidad da luces y abre caminos insospechados. Y el otro tiene el impulso de la intrepidez para no dejarse vencer así sean las contingencias contrarias, sino superar lo que se queda atrás y demostrar que se es capaz de vencer el mal momento y darle un giro diferente a la lucha y a la vida con aire  fresco y  rejuvenecido.  “No moriré del todo. Levantaré un edificio más sólido que el bronce y más alto que las pirámides de Egipto”. 

Nos debe de servir de aliciente, el ejemplo de tantos casos en los que personas importantes se vieron acorraladas, desalentadas o frustradas en sus intentos y salieron vencedores, gracias a la decisión correcta que tomaron  en el momento preciso.

Hay que aprender tanto de las buenas lecturas y de las conversaciones con personas mayores que acumulan riquísima experiencia. Esos son otros de los recursos que por nada deben de desperdiciarse. Al contrario, enriquecen y son los  recursos maravillosos que se deben de tener  presente, en un momento dado que puede surgir inesperadamente.

Sucede que nos sentimos autosuficientes para  menospreciar  cualquier consejo, cualquier ejemplo porque no lo necesitamos y también porque estamos confiados que eso no nos va a suceder a nosotros. En cambio,  justificamos el por qué le sucedió a otro.

Sigo siendo amigo y gran admirador de la historia, gran maestra de la vida, porque al recurrir a ella, encontramos casos y ejemplos que nos ayudan a resolver las situaciones en las que nos podemos encontrar un día.

 “En Tebas, la ciudad de las muchas puertas, de la antigua Grecia, había un tirano llamado Arquías. Era tanta su crueldad que todo el pueblo lo odiaba. Una noche celebraba un festín con sus más allegados, cuando en medio de la orgía alguien le trajo una carta sellada en la cual se le informaba de los planes de un grupo de conjurados había fraguado para asesinarlo esa misma noche. Al recibir la carta preguntó de qué se trataba. Se le dijo que se trataba de asuntos muy serios. Soltó una carcajada y dijo: ‘-los asuntos serios se dejan para mañana-‘, Poco después los conjurados se introdujeron en el festín disfrazados de mujeres y a una sola señal cayeron sobre él y lo degollaron. Imprudencia, dejadez o imprevisión. No importa como usted quiera llamarlo, pero lo que tenemos delante es la tragedia de un  hombre que no supo colocar en primer lugar lo que era primero.”

Como Arquías hay muchos que le dan importancia a otras cosas y en lugar de aceptar su falta de decisión, culpan a otros de ser los causantes del fracaso.

En nuestros días, no se le da el valor y la importancia a la integridad y hay situaciones en las que falta la decisión correcta.   Es moneda de uso corriente o una pobre pieza de museo. No importa que la persona vista con elegancia y luzca su cuello blanco, porque a la hora de rajar ocote, salta el cobre que llevan dentro y muestra lo que realmente es. Prevalece el aprovechamiento ocasional aunque manche el nombre personal y familiar. Ganan las artimañas, las componendas, el sobre debajo de la mesa y la mala fe. Se espera con ansiedad al hombre del maletín que lo resuelve todo. Ejemplos abundan.

 “A Helvidio Prisco, senador romano, se le respetaba por la virtud de su integridad. Un día  Vespasiano, el emperador, le pidió que no fuera al Senado para que su austera palabra no perturbara sus planes. Prisco le contestó:-está en vuestras manos quitarme el cargo, pero mientras sea senador no faltaré al Senado-. El emperador repuso: Si vais será para callar vuestra opinión.  El diálogo continuó entre ambos.

-No me pidáis opinión y callaré- El emperador  le dijo: Pero si estáis presente no puedo dejar de pedírosla-  Y yo no puedo dejar de decir lo que creo justo –respondió el Senador- El emperador encolerizado le dijo: Pero si lo decís os haré morir. Los dos haremos  lo que está en nuestra conciencia y depende de nosotros dijo Prisco y agregó: -Yo diré la verdad y el pueblo os  despreciará. Vos me haréis morir y yo sufriré la muerte sin quejarme ¿Acaso os he  dicho   que soy inmortal?

A la luz de la verdad, abundan  los ejemplos de  falta de integridad personal, por falta de tomar una decisión a tiempo.

El momento difícil es cuando, en ese preciso instante, se debe de tomar una decisión solemne que marcará la vida para siempre. ¡Ay si se dice si!, ¡Ay si se dice no! Cuando la respuesta correcta es la contraria. Se debe de  tener mucha reciedumbre para saber cuál es  la decisión  correcta en ese preciso momento, porque el paso que se dé, cambiará definitivamente el rumbo de la vida.

 “Antíoco Epífanes, rey de Siria había emprendido una campaña contra Egipto. Avanzaba con sus ejércitos para atacar a la ciudad de Alejandría, cuando vino a su encuentro el embajador romano, quien le intimó a que detuviera su avance o de otra manera se convertiría en enemigo de Roma. Antíoco le pidió un plazo para considerar el asunto, pero el embajador le exigió una decisión inmediata y trazando un círculo alrededor de él, le dijo que tendría que salir de allí, amigo o enemigo de Roma.”

Se planteó una cuestión ineludible que le obligó a tomar una decisión inmediata. ¿Qué decisión correcta tomaría usted en una situación similar?

Los tres ejemplos han sido tomados del libro Luces Encendidas de don Miguel Limardo.

En la conquista del Perú, entre las huestes comandadas por Francisco Pizarro, se dio un hecho insólito, decisivo y ejemplar. Por su importancia, los cronistas lo dejaron anotado para la posteridad en viejos infolios.  Adentrados en la  agreste y desconocida geografía de los Andes y después de varios días sin encontrar el codiciado tesoro de los Incas, sus hombres empezaron a resentirse por las inclemencias del clima y la falta de alimentos. Empezaron a sentir cansancio, sed, hambre, enfermedad y  desaliento, a tal extremo que muchos decidieron retornar a su punto de partida o a su propio lugar de origen natal. Ante tal situación y viendo que no los convencía, Pizarro, que no era hombre de rendiciones fáciles,  tomó esta  decisión solemne e histórica.  Con su espada trazó una  línea larga de oriente a occidente y con un gesto solemne les dijo a sus hombres: “Al Sur se va a la pobreza y a la muerte  y al norte a la gloria y a la comodidad. Escoja el que sea buen castellano lo que mejor estuviere.”

Se hizo un profundo silencio. Estupefactos los soldados por la acción y decisión de su jefe, se quedaron de piedra, sin saber por un momento que hacer ante el inesperado reto. En ese preciso momento, había que decidir lo que mejor convenía.

Con cierto temor uno a uno empezó a pasar la línea que conducía a la gloria hasta completar trece valientes soldados. Fue tal su decisión que se les conoce como los Trece de la Fama, porque con ellos emprendió Pizarro la etapa final de la conquista de los Incas.

Hay varias listas –distintas entre sí– que recogen el nombre de los trece valientes soldados,  que pasaron al otro lado de la línea que marcó Pizarro con su espada. He preferido la que expongo en este trabajo, por considerarla la más completa.

1.- Antonio Díaz Cardozo, capitán de bergantín, se sabe de él que en 1539 retornó a España y no volvió; 2.- Antonio de Lebrija, Le dio su nombre al río Lebrija y en 1939 volvió a España; 3.-Antón de Olalla, fue alférez de Quesada y desempeñó los cargos de regidor, capitán y alcalde de Santa Fe; 4.- Gonzalo Suárez Rendón, capitán, Fundó la ciudad de Tunja. Se salvó milagrosamente  de morir por los efectos de un rayo que mató a Hernán Pérez de Quezada y su hermano Jiménez de Quesada, cuando se encontraban embarcados a inmediaciones del Cabo de la Vela;  5.- Gómez del Corral, capitán de bergantín. Retornó a España y no volvió; 6.-

Hernán Venegas, soldado de a caballo; 7.- Hernán Pérez de Quesada, alguacil mayor. Sucedió a su hermano Jiménez de Quezada en el gobierno de Nueva Granada y fue uno de los que comandó la expedición al Dorado; 8.- Juan del Junco, capitán. Prestó sus servicios militares en Italia y Hungría. Cuando iba con sus huestes para Cartagena, por orden de la Audiencia de la Hispañiola se desvió a Santa Marta. En 1541 retornó a la Hispañiola donde se residenció. 9.- Juan de Albarracín, capitán de bergantín. Retornó a España y no volvió; 10.- Juan de Céspedes, capitán. Se desempeñó como regidor, alcalde, teniente general y justicia mayor; 11.- Juan de San Martín, contador y capitán. Describió el río San Jorge y volvió a España en 1539; 12.- Martín Galeano, soldado de a caballo. Fue el fundador de Vélez y 13.- Pedro Fernández de Valenzuela, capitán. En principio fue encomendero y falleció siendo sacerdote.

Que la decisión de los trece, sirva de estímulo a los jóvenes que se abren paso en la vida.