Dhahbuddin Khan se gana el pan cribando montones de basura para extraer trozos de vidrio, metal o plástico. Sin guantes ni botas, el joven, de 18 años, se juega cada día la vida por 2 dólares en el mayor vertedero de Nueva Delhi.
«Es un trabajo repugnante. A veces nos hacemos heridas con jeringas usadas, que vienen de las basuras del hospital», dice el joven, que es uno de los 300.000 traperos encargados de cribar los desperdicios de la capital india.
En el vertedero de Ghazipur, al que llegan diariamente unas 3.000 toneladas de basura, los cuervos, los buitres y los perros se afanan también sobre los desperdicios.
El visitante se ve sorprendido por el humo que emana de los fuegos fortuitos.
Las autoridades prometieron en octubre mejorar las condiciones de vida de estos parias, organizando unos cursillos sobre la criba.
«Su trabajo es peligroso y debemos protegerlos y asegurarnos de que perciben salarios decentes», asegura Sheila Dikshit, primera ministra del territorio de Nueva Delhi.
El gobierno ha distribuido guantes, máscaras y botas a más de 4.000 personas. Pero la mayoría de los traperos que trabajan en la criba de basuras se ha quedado fuera del «programa».
A Dhahbuddin Khan, por ejemplo, no le han dado nada. «Sí, lo hemos visto en la tele, pero si nos quejamos, ¿quién nos va a escuchar?», se pregunta.
En lugar de guantes y botas, Lattan Khan, uno de sus compañeros de infortunio, exige algo más duradero: «Queremos que el gobierno nos dé tierras para construir casas».
Su alojamiento se reduce a unas bolsas de yute y plástico, montadas después de que las autoridades destruyeran la chabola en la que sobrevivía con su familia hace tres años.
Pero las perspectivas de abandonar el vertedero son escasas. «Fuera, la policía nos acogota», cuenta.
El vertedero de Ghazipur, creado a mitad de los años 1980, debería ser cerrado próximamente, pero a falta de alternativa, las basuras siguen amontonándose.
Hoy día, la supervivencia de unas cien familias depende de esta montaña de desechos, donde el vigilante cobra su parte de 5 rupias (9 céntimos de euros) por hacer la vista gorda y permitir el acceso al lugar.
«Trabajar en un vertedero es una de las peores actividades del mundo. No hay sombra ni acceso al agua potable», denuncia Abhay Ranjan, asistente-coordinador de la ONG Chintan.
La capital india, de 14 millones de habitantes, genera cada día 8.000 toneladas de basura.
«Al pasar por la criba las basuras, los traperos permiten al gobierno ahorrar al menos 600.000 rupias (10.700 euros) diarias, por no hablar del papel que desempeñan en la conservación del medio ambiente» destaca Arnan Mishra, otro responsable de Chintan.
Sin embargo, deplora el responsable, «todo lo que el gobierno les da a cambio son botas».