Los testaferros en el deporte


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Vuelve el tema del deporte a ser objeto de análisis público en relación a las formas legales, pero inmorales que muchos de sus dirigentes utilizan para seguir en la dirección de las federaciones usufructuando el erario nacional en beneficio personal.

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

 


No es un tema nuevo ni con exclusiva preponderancia nacional, en todo el mundo sucede y en Guatemala es una arraigada costumbre desde hace muchos años atrás; en todas las ramas del quehacer deportivo se realizan acciones que disfrazadas de legalidad dejan magní­ficos dividendos económicos a sus ejecutantes.

Por supuesto, no son acciones que devienen per se y que son ejecutadas por personas inocentes e incautas; ¡NO! Tales conductas son aceptadas, avaladas  y en algunos casos sugeridas por quienes han tenido la experiencia de ser dirigentes deportivos a nivel nacional y conocen la forma de “invertir” los fondos asignados en sus presupuestos a las actividades deportivas y actos administrativos fantasmas. Entre la dirigencia deportiva nacional se encuentra a toda clase de personas; desde los deportistas que se integran con afán de superar su disciplina deportiva, hasta profesionales de diferentes carreras universitarias (médicos, abogados, psicólogas, veterinarios entre otros), que en muchos casos “nada que ver” con tales ramas del deporte en donde se desenvuelven. El hueveo al erario nacional con la reducción de gastos a las actividades deportivas en especial, se manifiesta con procedimientos tales como el cruce de invitaciones recí­procas de federaciones deportivas extranjeras para viajar a dichos lugares y “promover” encuentros deportivos fuera de época o sin interés deportivo nacional. Para muchas personas que integran la dirigencia nacional en las distintas disciplinas deportivas, el usufructuar dicha posición les permite hacer lo
que nunca hubieran podido hacer por sus propios medios: viajar en calidad de representantes del deporte nacional; pero todo esto ¿a cambio de qué? En muchí­simos casos, las relaciones interpersonales entre la dirigencia son cultivadas de manera í­ntima con lo cual se asegura por lo menos un viaje anual con magní­ficos viáticos. El sistema inmoral para asegurar dichas posiciones, se manifiesta con la burda acción de “la rotación” de puestos en las directivas en las elecciones que para el efecto se realizan cada cierto tiempo; donde siempre existe una persona que dirige el asunto, ya sea presidiendo o como miembro de la misma, ejerciendo el control real de las actividades. El prestigio de los y las personas testaferras trasciende del ámbito deportivo especí­fico, se traslada a las esferas del deporte nacional y social convirtiéndose en un miasma con caparazón de altruismo, tratan de justificar su conducta al indicar que su participación es “ad honórem”, y aún, se atreven a reclamar de la sociedad un reconocimiento por su abnegación. El deporte como otras actividades, es fuente de corrupción y “embarra” a quienes se aprovechan del mismo, honestos, incautos o sinvergí¼enzas.