Los sueños de mi madre…


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“Debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios” Platón

Mi madre  iniciaba su juventud cuando se llevó a cabo  la Revolución de Octubre y  tenía la certeza que el ubiquismo nunca más volvería, porque el guatemalteco había tenido 14 años para aprender la lección que deja un tirano y miren ahora, unos pocos quieren gobernar más de lo que manda la Constitución

Edith González


En Diario La Hora se enteraba  de las batallas de la Segunda Guerra Mundial  y estaba segura que Guatemala nunca sería afectada por un conflicto armado. Y aún  no salimos del odio que nos dejó el enfrentamiento de 36 años.

Ella creía en la  libertad y la democracia y tremendo impacto  vivió cuando la invasión de Honduras terminó a  diez años de la Primavera Democrática en Guatemala.

Nacida en la provincia mí madre vivía feliz en aquellas montañas de altas crestas con ríos de agua fría, caudalosos, con veredas con enormes y olorosas pinadas. No se hablaba  del ambiente y menos del cambio climático. Pero, ahora ni montañas, ni árboles  ni ríos. Solo el deterioro ambiental. Una dolorosa herencia para las nuevas generaciones.

Le encantaba la educación del guatemalteco, el saludo, la cortesía en la calle, el ceder el lugar a una dama o a un anciano. Y miren como está resquebrajada  la sociedad.

La escuela de entonces, era en verdad un faro de conocimiento humano, en donde los estudiantes aprendían en primaria, lo que ahora los bachilleres medio aprenden.

Vivió los Juegos Centroamericanos en la capital y estaba segura que el deporte guatemalteco seria rey en la región… pero el deporte en general en Guatemala, es un fracaso.

Vivió los años dorados del arte guatemalteco. Música, teatro, libros, poetas, bailarines y  consideraba que ésta  era, quizás, la más grande manifestación de la disciplina humana y que sería para siempre. Y veamos ahora, para el arte nada queda.

Tenía la  certeza que no existía  en el mundo un país tan prodigo como Guatemala, donde sus habitantes estaban siempre dispuestos   a dar una mano, una ayuda, un pan, un café a quien lo necesitaba.

Era, entonces, una gran novedad que le dieran muerte a una persona. Ahora matan  hasta 30 personas al día. Varones, mujeres, niños, adolescentes, bebés,  adultos mayores. Y a nadie más que a  la familia aparece importarle.

Pobre de mi mamá, pero más pobre de la Guatemala que la guerra de los 36 años y la ineptitud de quienes nos gobiernan nos han quitado.

 Un dato que aprieta se refiere a  que nueve adolescentes menores de 14 años dan vida a un nuevo ser  en el Hospital General. Otro igual de espeluznante da cuenta que  20 adolescentes no mayores de 16 años, quedan inválidos mensualmente por ataques armados.

Lo más doloroso es que no se ve la luz al final del túnel… al contrario, se ve más oscuro. En  los primeros  cinco meses del año, han sido capturados 113 niños no mayores de 12 años implicados en la pandilla criminal. ¿En dónde estarán los hombres y mujeres del 2020? ¿En la cárcel? ¿En el cementerio?

¿Y dónde  la fuerza y decisión de las autoridades para crear una Guatemala, libre y próspera?