¡Como quien no dice nada, mi primer hijo está cumpliendo sus SESENTA! Y yo, a mis añitos, los ochenta y pico, solo tengo una buena memoria, recordándome tanto de mi niñez, mi adolescencia, con tantos buenos, no tan buenos y hasta malos y tristes momentos.
Pero en medio de todo, lo más importante, mis hijos! No hay cariño, como el de la mamá para sus hijos, sean estos uno, dos o hasta más de diez. Una cuñada de mi mamá le dijo una vez, que ella quería más a sus hijos que eran solo dos, que mi mamá a sus seis patojos. Y mi mamá le contestó que cada madre tiene el corazón necesario para querer a cada uno de sus patojos.
Bueno, así era con nosotros sus seis hijos, dos con tres, dos con cinco y dos con diez. Pero yo tengo presente en mi mente tantos ratos, desde el rato en que nació, en una casa de salud, en el centro, con mi mamá al lado, a quien hasta le dio un vahído, mientras yo le preguntaba al doctor si al fin me había puesto pálida, pues siempre era chapuda.
Conforme fue creciendo era muy aficionado a leer, sin haber ido todavía al colegio, salía a caminar en las mañanas con mi papá y él me decía que todo el tiempo le preguntaba sobre las letras de los letreros de las tiendas. Estando ya en el E.A.S., recibió la medalla de oro, ganando el primer año de primaria, y yo, al salir del Lux, me fui a comprarle un relojito de pulsera, a un almacén de la sexta.
Conforme pasó el tiempo siguió estudiando y yo, tonta que soy, lo sentía muy apegado a mí, acompañándome hasta mis idas al super, a fin de mes.
Habiendo empezado a estudiar medicina, nos ofreció a sus papás, que se graduaría para nuestras bodas de plata, tendría él veinticuatro años, y así fue, aunque había pasado ratos muy dolorosos.
Cuando nació su primera hija, me dijo: «mami, le llevo 22 años, 2 meses y dos días».
Qué recuerdos tan especiales y qué mente la mía. A estas alturas mi cariño es igual para él, su hermano y su hermana, mis diez nietos y ya (hasta hoy) diez bisnietos. Gracias, Dios mío, por todo lo que me diste.