Sin duda alguna, los jugadores de la Selección Sub-20 son héroes, porque hicieron más de lo esperado. En un país con tantas contradicciones, es casi una ilusión el poder sobresalir a la altura de una competencia mundial.
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Es cierto que otras personas o agrupaciones guatemaltecas han destacado a nivel mundial. Sin embargo, es más fácil cuando han tenido las condiciones adecuadas de un desarrollo personal, o bien cuando se trata de ámbitos lejanos a la realidad nacional.
Por ejemplo, a nivel mundial, han sobresalido personajes como Miguel íngel Asturias y Luis Cardoza y Aragón, que lograron destacar gracias a que sus familias pudieron costearles estancias en el exterior; o bien, distinguirse, por ejemplo, en deportes como vela, tiro, equitación o pentatlón, que no constituyen en ámbito popular dentro del país, sino que deben ser considerados deportes de elite. O, bien, Luis von Ahn, que ha destacado en el ámbito de la informática.
Estas figuras excepcionales se han esforzado, pero además han tenido un buen desarrollo personal y profesional; pero lamentablemente, han debido salir del país para poder sobresalir.
Situación contraria es con los seleccionados Sub-20, porque están enmarcados en uno de los ámbitos más populares del país, el futbol. Con algunas dificultades, lograron clasificar al mundial de su categoría, casillas que usualmente ocupan México y Estados Unidos, y, si quedasen boletos libres para acceder a esos torneos, es común que otros territorios como Costa Rica, Canadá, Honduras o Panamá, tomen esos espacios, relegando a Guatemala.
El desarrollo humano en Guatemala tiene severas contradicciones. Bastaba con ver las diferencias significativas que había entre los seleccionados Sub-20 y los otros equipos a los que se enfrentaban. La altura y el peso eran las diferencias más evidentes, pero también, si se hubiera medido la escolaridad, el desarrollo físico (aeróbico y anaeróbico), ingresos económicos, oportunidades laborales, y un larguísimo etcétera, nos daríamos cuenta de que los jugadores guatemaltecos se midieron a otras selecciones con muchas desventajas.
Por eso son héroes. Porque cuando una persona realiza el papel que le corresponde, simplemente es normal. Pero cuando hace más de lo que sus limitaciones le marcan, entonces es un héroe.
Lo que hizo la Selección Sub-20 –pese a las goleadas iniciales– es de resaltarlo y alabarlo. Pero no nos engañemos: esta no es la realidad. El próximo pase a otro mundial de futbol, de cualquier categoría, podría ser igual o más difícil que en esta ocasión.
Esta selección ubica, ilusoriamente, al futbol de Guatemala entre los 16 mejores del mundo. En teoría, este indicador debería interpretarse que en el país se están haciendo bien las cosas, sobre todo en los semilleros del balompié. Pero todos sabemos que no es así, y que, al contrario, se están haciendo mal muchas cosas.
Empezando con que los niveles nutricionales de todo el país son paupérrimos: ¿cómo pretendemos que nuestros jugadores sean altos para que ganen en el juego aéreo a los africanos y europeos? Algunos jugadores de la selección ni siquiera tienen equipo, y si lo tienen, la mayoría gana menos del salario mínimo: ¿cómo pretendemos, pues, ganarle a los países árabes que tienen jugadores bien pagados?
Y mientras la nación adolece de muchos males que no nos permiten un desarrollo humano estable, que nos permita competir y destacar, no sólo en el futbol, sino en todo ámbito, los políticos se debaten en candidaturas inconstitucionales y fraudes de ley, sin entrar de lleno a los planes de Gobierno.
¿Cómo van a hacer para eliminar la desnutrición? ¿Cómo van a hacer para que haya estabilidad laboral en Guatemala? ¿Cómo van a hacer para que las instalaciones deportivas no estén ocupadas por las maras?
Y muy específicamente, el deporte debe resolver el grave problema de la corrupción que corroe a las dirigencias, ya que la gran inversión pública que se hace al deporte no se refleja en los éxitos competitivos.
En un país con tantas cosas en contra, lo hecho por la Selección Sub-20 es un auténtico acto de heroísmo, y debe de ser reconocido. Pero las competencias deportivas sólo son un indicador que miden el desarrollo humano de los países, así que si queremos continuar sintiéndonos orgullosos de los logros deportivos, estos serán más comunes si mejoramos las condiciones de vida dentro del país.