Por Virginia Montet
«El grito», «El beso», «La Madona»: una exposición en la National Gallery of Art de Washington explora, a través de temas populares del artista noruego Edvard Munch, los matices secretos de las múltiples litografías de ese pintor de la angustia y los tormentos.
«La enfermedad, la locura y la muerte han sido los ángeles que rodearon mi cuna», escribió Edvard Munch (1863-1944), sesenta de cuyas litografías, a veces sobre un mismo tema, impresas por él en múltiples ejemplares, se presentan a partir del sábado hasta el 31 de octubre en la National Gallery.
Se puede seguir a través de una serie cronológica la evolución del pintor que altera, retoca, colorea a veces a mano una obra que imprime y reimprime años más tarde. Produjo alrededor de 700 impresiones durante su vida.
«Lo que impacta es la calidad de esos ejemplares. Todos esos trabajos provienen de la colección del museo y de dos colecciones privadas. Son, pues, obras que no se verán en otra parte», explicó a la AFP Elizabeth Prelinger, profesora de historia del arte en la universidad de Georgetown y una de las curadoras de la exposición.
«Algunos ejemplares coloreados a mano son únicos y tienen un gran valor», observó.
No menos de ocho litografías de la célebre «Madona», fechadas entre 1895 y 1914, revelan las variaciones del artista.
Allí se ve la más famosa versión de esta Virgen María, desnuda, rodeada de un marco parte del grabado en el que a modo de motivo Art Nouveau se divierten un montón de espermatozoides y un feto con cabeza de muerto.
El envío en 1892 de esta pintura a una exposición en Berlín impactó al público: la muestra fue clausurada. «La gente se escandalizó. Denunciaron que se trataba de pornografía, la exposición cerró sus puertas y Edvard Munch se hizo famoso, porque cualquier publicidad, incluso la mala, es buena publicidad», afirmó Prelinger.
Una década más tarde, el pintor noruego participó en 1913 en la exposición internacional de arte moderno en Nueva York en el Armory Show, con el prudente envío de una litografía edulcorada de su «Madona».
Uno de esos ejemplares autocensurados se podrá ver en Washington: el marco y los espermatozoides desaparecieron, también el fantasma del feto.
«No quería escandalizar al Estados Unidos puritano, entonces tapó el motivo del cuadro», destacó la curadora.
El recuerdo de su infancia de la muerte de su madre y su hermana por tuberculosis, una internación en un hospital psiquiátrico, sus intensas historias de amor y su alcoholismo habitan las telas de este pintor simbolista, pero no han alterado su psiquismo, como en Vincent Van Gogh, según la historiadora.
Munch, quien se formó sobre todo en París, donde descubrió las pinturas de Paul Gaugin y de Van Gogh, vivió de su obra en Noruega hasta su muerte a los 81 años.
«Además, Munch conoció el éxito en vida», agregó Prelinger. «Vivía muy bien de la venta de sus litografías. Era apreciado por los coleccionistas alemanes de vanguardia y luego por los propios noruegos», señaló, destacando que el precio de algunas de esas litografías supera ampliamente el millón de dólares o euros en la actualidad.
La semana pasada, una «Madona» fue adquirida en una subasta en Londres por 1,5 millones de euros.