Los Santos Inocentes



A pocas horas de que entre en vigor la ley que regulará en Guatemala las adopciones es importante recordar que hoy estamos conmemorando el Dí­a de los Santos Inocentes, fiesta cristiana en la que se conmemora a las ví­ctimas de aquella decisión del rey Herodes de mandar a matar a todos los niños con la intención de eliminar de esa forma al Mesí­as, cuya venida estaba anunciada y que, según él, podrí­a comprometer su poderí­o y reinado.

Y asociamos la fecha con el tema de las adopciones porque se trata en ambos casos de inocentes niños y nos parece fundamental recordar a los sacrificados hace dos milenios ahora que vemos cómo con nuestros niños se montó un negocio de tal calibre que nos sitúa realmente como un paí­s que vende a sus niños y que ha llegado a tal nivel de sofisticación que hasta los produce para colocarlos en el mercado.

Y no deja de ser curioso analizar el punto de vista de algunos de esos cristianos fundamentalistas, especialmente católicos, que han publicado comentarios en los que alaban la forma en que se comercializó la adopción y hasta llegaron a decir bienvenido el dinero que permití­a proporcionar hogar a tantos niños guatemaltecos que eran situados en familias del extranjero.

Gente que condena cualquier forma de libertinaje, pero que aprueba que se pague a las mujeres para que se dejen preñar simplemente con la intención de vender al fruto de sus entrañas. Existen grupos organizados que buscan entre las mujeres pobres que viven en condiciones infrahumanas en el submundo del alcohol o la droga, a sus proveedores de niños y para ello les pagan a esas pobres mujeres una cantidad que les permite subsistir durante poco más de los nueve meses de embarazo y de esa forma las mantienen en «plena producción», aportando niños puntualmente para que el mercado no se vea desabastecido.

Son niños que no es que hayan quedado sin padres, sino que fueron especí­ficamente producidos para el mercado de las adopciones y eso es lo que aplauden algunos comentaristas vinculados a la más fundamentalista de las sectas cristianas y que es, curiosamente, la más poderosa en el Vaticano.

El mejor regalo para nuestros niños inocentes es, entonces, una legislación que por lo menos impida que siga el tráfico y que no aliente la producción de menores para su venta. Gracias a la presión que ejercieron grupos que no anteponen el dinero a la dignidad y que creen en la adopción como una noble institución, Guatemala dejará de ser un paí­s que se distingue por la producción, por encargo, para la venta de sus niños.