Los pueblos olvidan a sus leales paladines


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Cuando observo los desplantes y abusos de funcionarios de alta jerarquía y hasta de cuarto escalafón me surge la reiterada pregunta si esos personajillos no se percatarán que aunque logren amasar fortunas ilícitamente, que es su objetivo principal, el tiempo se encargará de olvidarlos de la memoria colectiva, aun tratándose de diputados que cumplen tres o cuatro períodos, sobre todo cuando aflora su mezquindad, soberbia, autoritarismo y otras características propias de seres humanos mediocres y falsos.

Eduardo Villatoro


Asiento lo anterior porque ni siquiera compatriotas que sin perseguir cargos públicos ni pretender enriquecerse, y que ejercieron sus profesiones con honestidad, valentía y pundonor perdieron la vida en manos de asesinos al servicio de gobiernos autoritarios, sin contar con más defensa que su palabra, sus argumentos, un espacio en  medios impresos o en radiodifusoras, se les guarda en el más lejano recuerdo en un recóndito lugar del pensamiento o el sentimiento de sus contemporáneos, que en su época exhortaron a esos guatemaltecos a no cejar en su lucha a favor de los menos afortunados y de las causas populares, y que fueron abatidos por individuos identificados como militares o esbirros.
 
Uno de estos patriotas fue asesinado hace cabalmente cuarenta años y una semana al salir de la radioemisora en la que cumplía con el deber que se había autoimpuesto al denunciar cotidianamente arbitrariedades, secuestros y otros crímenes cometidos  contra compatriotas a la luz del día o al amparo de la  noche portando la bandera del anticomunismo más cruel, retrógrado, fanático y despiadado.

Mario Monterroso Armas era un periodista con el que nos habíamos conocido siendo ambos aún muy jóvenes, aunque él fuera un poco mayor que yo y quien al inicio de nuestra relación abogaba por los intereses oligárquicos y la injerencia norteamericana en los asuntos internos del país, probablemente porque era sobrino del coronel Carlos Castillo Armas, jefe de los mercenarios de la CIA que invadió Guatemala en 1954.

Sin embargo, su breve paso por la Juventud Católica (Juca) y tras su corta estancia en el joven partido Democracia Cristiana, entonces de tendencia conservadora, despertaron su conciencia, hasta llegar a desembocar en las filas  socialdemócratas del Frente Unido de la Revolución, encabezado por el mártir Manuel Colom Argueta.

Recelosos de su pasado y su legado familiar, Mario no fue aceptado plenamente y de inmediato por toda la dirigencia y la militancia del FUR, de manera que su presencia y participación en las corrientes de esa organización progresista se la ganó a pulso, yendo aún más lejos que otros compañeros partidarios, mediante sus ejecutorias populares masivas y sus intervenciones de orador popular y comentarista radial valeroso y temerario.
 
Su sepelio desbordó a  la muchedumbre apesadumbrada.

(Romualdo Tishudo dice en un poema inédito dedicado al intrépido patriota, ejecutado el 27 de marzo de 1974 siendo presidente Carlos Arana Osorio: -Algún día /, Mario Monterroso Armas /, te contaré despacio / todas las cosas / que ocurrieron tras tu muerte).