Los pueblos fantasmas de la colonización (II)


Fue la Compañí­a Inglesa de Comercio y Agricultura quien arropó el proyecto de colonización aprobado en 1834 por la Legislatura liberal del Gobierno del doctor Mariano Gálvez y en 1836 los naví­os Mary Ann y Arabelle junto con el carguero Charles Spencer entraron en aguas guatemaltecas con la primera oleada de inmigrantes en su mayorí­a alemanes además de algunos ingleses que fueron ubicados en las márgenes del Rí­o Polochic, muy cercano a Telemán, fundando un asentamiento que denominaron La Nueva Liverpool. Las crónicas de aquellos tiempos dan a entender, aunque en forma confusa, la realidad que vivieron aquellos europeos del Norte en un clima lluvioso, plagado de mosquitos y en condiciones muy precarias. El aislamiento, la malaria y otras enfermedades tropicales hicieron lo suyo y luego la colonización estuvo condenada a desaparecer, algunos remontaron el rí­o buscando lugares más poblados y de clima benigno penetrando en parte del territorio actual de Alta Verapaz, siempre en las márgenes del Polochic donde éste ya no era navegable llegando hasta tierras cercanas a Senahú y Tucurú camino a Cobán lo cual quedó demostrado por vestigios encontrados años más tarde en esos lugares.

Mario Castejón

La Compañí­a Inglesa que habí­a obtenido 56 mil kilómetros cuadrados (un poco más de la mitad actual de Guatemala) veí­a í­rsele de las manos aquel territorio que incluso les habí­a sido prometido en una cláusula como un futuro Estado independiente. No fue como sucedió en la India de los años de la colonización, también el siglo XIX, en donde otra Compañí­a con similares caracterí­sticas contaba con el beneplácito y el apoyo del Gobierno Británico. En el caso de La Verapaz el Gobierno de Su Majestad no se interesaba en aquella concesión pensando en una extensión de sus posesiones, eran muchos los lugares del mundo que exigí­an su presencia en puntos clave para el Imperio. En Centro América contaban ya con la concesión de Belice que de una simple autorización para cortar madera se habí­a convertido en un territorio más que la Corona no pensaba abandonar por tratarse de un enclave estratégico vecino a los Estados Unidos cuando ya se hablaba de la construcción de un Canal Interoceánico en el Istmo, por esa razón se habí­a renovado la concesión en el año 1814 antes de la Independencia de Centroamérica.

Así­ las cosas, próximo al fracaso de la colonización asentada en La Nueva Liverpool se dio un cambio de Gobierno que obligó a buscar una renegociación del territorio de la Verapaz. Coincidió con que la Compañí­a nombró al señor Young Anderson como Comisionado cuando se iniciaba el Gobierno Conservador liderado detrás de bambalinas por don Rafael Carrera. El Jefe provisional de Gobierno don Pedro J. Valenzuela decidió apoyar la colonización, pero en condiciones totalmente diferentes, tanto en extensión como en lo relativo al dominio. El territorio concedido era muchí­simo más pequeño que el de la Verapaz, se trataba del Distrito de Santo Tomás con extensión de unas 8 mil caballerí­as. Fue entonces que se fundó Abbottville un asentamiento de colonos también en las márgenes del Rí­o Polochic no muy lejano de La Nueva Liverpool, en un lugar más alto menos susceptible a las inundaciones y en general con mejores condiciones, curiosamente el nombre le vino de P.H. Abbott, Director de la Compañí­a en Londres quien nunca puso un pie en Guatemala. En ocasión de la fundación en 1840, 90 inmigrantes, entre franceses, irlandeses y portugueses, llevando a bordo un pequeño vapor para los recorridos entre Santo Tomás y el Polochic, llegaron a costas guatemaltecas para enfrentarse con la selva pensando más en un emporio de riqueza que en un territorio inhóspito y aislado.

Los nuevos colonizadores no hicieron nada por el Puerto de Santo Tomás ni por la navegación en el Rí­o Motagua que eran parte de su compromiso, cumplieron con remontar el Polochic y fundar en aquel lugar el asentamiento de Abbottville que tuvo una temporada inicial de auge en donde como gente de trabajo cubrí­an una jornada de nueve horas, de las cinco a las diez de la mañana y de las tres a las siete de la tarde. La falta de apoyo nuevamente de la Compañí­a y las condiciones malsanas fueron minando el interés a los colonos haciendo que muchos regresaran a Europa o que se internaran hacia lugares más propicios. El pueblo de Abbottville fue abandonado entre junio y agosto de 1844 y se lo comió la selva y así­ como La nueva Liverpool pasó a ser un pueblo fantasma.

En el momento que fracasaba la colonización inglesa y el Gobierno retiraba definitivamente la concesión, los directores de la Compañí­a decidieron entablar una negociación con el naciente reinado de Bélgica recién separada de Holanda en donde el Rey Leopoldo II, soñaba con expander sus mercados. Un comerciante belga, actuó con el señor Young Anderson como representantes para negociar la concesión del Distrito de Santo Tomás mediante un pago de cien mil libras esterlinas en 1843, lo cual dio paso a la Colonización Belga a pesar que la noticia que el Gobierno de Guatemala rescindí­a el contrato circuló en Bélgica cinco dí­as antes de firmado el acuerdo con los ingleses. Hoy sólo nos queda de aquella historia algunos descendientes de los colonizadores y los recuerdos de dos pueblos fantasma en las orillas del Polochic, los asentamientos de la Nueva Liverpool y Abbottville de los cuales no podemos decir que fracasaron pues como se dice entre los investigadores, las migraciones no fracasan, simplemente se dan, pasando a formar parte de la dinámica de la historia.