Los monopolios y las concesiones onerosas para Guatemala no han sido una exclusividad del siglo XX. A muy poco tiempo de la vida independiente en 1834, el entonces presidente de la República doctor Mariano Gálvez entregó en una contrata absurda más de la mitad del territorio de Guatemala cuando ya se habían perdido Chiapas y Soconusco tras su anexión a México. Ninguna justificación histórica ha podido eximir al doctor Gálvez de la forma en que concedió el extenso territorio del departamento de La Verapaz a una Compañía inglesa la Eastern Coast of Central America Commercial and Agricultural Company. La fiebre en favor de la colonización y la inmigración que se había despertado entre los liberales de aquel entonces incluido el doctor Gálvez no justifica de ninguna manera la forma en que se realizó la contratación con la Compañía Inglesa entre cuyos directores había de todo, hombres de empresa acostumbrados a los negocios ventajosos y algunos idealistas, abundando más los primeros que los segundos.
Thomas Gould, un Capitán al servicio de Su Majestad Británica y uno de los directores de la Compañía Comercial y Agrícola de las costas orientales de la América Central (nombre de la Compañía traducido al castellano) viajó a Guatemala para la ratificación de la concesión con plenos poderes por parte de los Directores de Londres. El jefe de Estado doctor Mariano Gálvez de acuerdo al Dto. Legislativo del 9 de abril de 1834 aprobó la propuesta presentada por el capitán Gould para una convención entre el Gobierno y la Compañía que él representaba.
Yendo hacia atrás, en 1824 la Asamblea Nacional Constituyente decretó una Ley que favorecía la inmigración y la colonización extranjera haciéndose eco del éxodo de inmigrantes europeos que por millones abandonaban sus países en aquellos años, principalmente hacia los Estados Unidos de América y el Canadá. La idea de que una nación desarrollada podría aportar el capital y la tecnología además del recurso humano para aprovechar las riquezas de Guatemala en beneficio del país era correcta, pero de ninguna manera la forma como se realizó.
De acuerdo a La Convención entre el Gobierno de la República y la mencionada Compañía Inglesa de Comercio y Agricultura, representada por Gould, se concedió el derecho de posesión absoluto de las tierras y con éstas el libre uso de las montañas, bosques, corrientes, lagos y aguas en el llamado departamento de La Verapaz. Se le cedía en propiedad perpetua y con derecho de vender y ceder a otros individuos o compañía que se comprometieran a colonizar, incluyendo a cualquier gobierno extranjero. En forma confusa, pero no por eso ilegal se delimitaba La Verapaz que incluía parte de Peten en una línea recta que bajaba desde Yaxchilán pasando por el Río de la Pasión atravesando Alta y Baja Verapaz llegando hasta el departamento de Guatemala como límite Sur. Al Este la limitaba el Río Motagua, desde su desembocadura en Izabal siguiendo corriente arriba hasta Gualán y de ese punto en una línea recta de Este a Oeste llegaba al Lago de Izabal. De ahí continuaba por su orilla Norte hasta el Río Dulce y Bahía de Amatique ascendiendo por Belice al límite de Yucatán para devolverse en otra línea recta transversal de Este a Oeste hacia Yaxchilán, en Peten, hablamos de unas dos terceras partes de las tierras disponibles del Estado.
La Compañía inglesa se comprometía a colonizar introduciendo, primero, cien familias, a los dos años doscientas y a los diez años mil, dándose un plazo de dos años para ocupar y cercar las tierras. La colonia sería autónoma y estarían exentos los colonizadores del pago de impuestos y servicio militar, asegurando también el derecho de erigirse en Estado cuando tuviera el número de habitantes que exigía la Constitución. La Compañía se obligaba a abrir líneas de navegación en el Río Dulce, Lago de Izabal, Río Polochic y a lo largo del Río Motagua. Se inició la transportación de colonos desde el Puerto de Izabal a lo largo del Río Polochic en donde se constituyeron las poblaciones de Nueva Liverpool y Abbottsville destino final de los colonos recién llegados.
Algunos vestigios de lo que fue Abbottsville encontramos con Eduardo Roesch Luna, en enero de 1954, cuando acampamos en la confluencia del Río Cahabón con el Polochic. En aquel entonces aquello eran todavía selvas casi impenetrables sin más que uno que otro camino de herradura. En un recodo llamado campamento Quinich afluía el Cahaboncito que sirvió a los colonizadores ingleses y alemanes para contar con una fuente de agua segura. Lo que quedó de algunas construcciones abandonadas medio siglo atrás ya no estaba visible, pero a decir de los queckchíes de las montañas vecinas del lugar había permanecido muchos años como un pueblo fantasma perdido en la selva. Algunas de sus construcciones que fueron traídas para ser armadas por partes desde Inglaterra en una penosa travesía de casi dos meses no eran mas que hierros retorcidos y en el fondo del río estaban los restos del vaporcito que llegó en el puente del navío Saint Laurent en 1840. Hasta muchos años mas tarde haciendo memoria y aprendiendo sobre la colonización inglesa y alemana en esas tierras me di cuenta del valor histórico del lugar. Por pura coincidencia los últimos doce años de mi vida los he pasado en un lugar que también fue un pueblo fantasma, Santo Tomas de Castilla, asiento de la colonización belga. (Continuará)