Los prisioneros del terror


Guatemala está afrontando actualmente uno de los perí­odos más crí­ticos de su historia como consecuencia de los impresionantes niveles de violencia y delincuencia que alcanzan a todas las profesiones, edades y condiciones sociales, aunque se ensañan particularmente en contra de los conductores, ayudantes y pasajeros de los autobuses del transporte colectivo.

Félix Loarca Guzmán

La situación de inseguridad ciudadana ha llegado a tal extremo, que un prominente empresario de la industria del pollo frito que cotidianamente se moviliza rodeado de numerosos guardaespaldas, manifestó el pasado fin de semana que los guatemaltecos estamos viviendo como prisioneros del terror.

En los diversos sectores de la sociedad, prevalece un sentimiento de frustración ante hechos incalificables como la colocación de bombas incendiarias en los autobuses de pasajeros de la capital guatemalteca, activadas a control remoto mediante teléfonos celulares, con el saldo trágico de muertos, heridos, viudas y niños huérfanos.

Ante estos inconcebibles actos de barbarie, está creciendo el clamor para poner freno a tanta impunidad.

El cuadro de irrespeto a la vida humana ha desbordado todos los lí­mites de la imaginación, al grado que con increí­ble cinismo y con la sangre aun caliente de sus ví­ctimas, varios desconocidos atacaron a tiros el lunes de esta semana a las personas que en el Cementerio General de la ciudad de Guatemala participaban en el entierro del chofer Ví­ctor Montenegro, quien el pasado sábado murió en uno de los atentados armados que se han vuelto comunes en nuestro medio en contra de las unidades del transporte público.

Tal parece que los grupos que alientan estos crí­menes, están empeñados en cumplir el «malthusiano» cometido de liquidar buena parte de la población guatemalteca, para completar el «trabajo» que comenzaron hace más de cinco siglos los capitanes de la Conquista y la «civilización» de Indoamérica.

El presidente ílvaro Colom, no solo calificó estos hechos como actos de terrorismo, sino señaló que los mismos podrí­an contar con el auspicio de sectores interesados en desestabilizar a su gobierno. Dijo que a través de Internet ha empezado una campaña perversa para desprestigiar su gestión presidencial y que quizá son los mismos que contratan la colocación de las bombas incendiarias.

La historia demuestra que el terrorismo se ha convertido en un arma poderosa para alcanzar objetivos polí­ticos sin importar cuántas ví­ctimas inocentes puedan caer en el camino por la ambición de llegar al poder.

La situación es tan compleja y delicada, que exige medidas enérgicas para desarticular todo ese vergonzoso andamiaje de la muerte que literalmente tiene de rodillas al estado de derecho.