La actualización y el retorno al poder de la ideología de izquierda en varios países latinoamericanos demuestra que, al contrario de lo que se ha venido predicando después de la Perestroika y la caída del muro de Berlín respecto al fin de las ideologías y al fin de la historia, las tendencias políticas se polarizan cuando las distancias que separan a las clases sociales, especialmente en cuanto a bienestar material se refiere, se agrandan y profundizan. A mayor distancia entre una y otra clase social, mayor necesidad de equilibrio, es decir, de reducción de distancia.
Ahora bien, ante la imposibilidad de ruptura total que significaría la abolición del Estado, los caminos se vuelven también polares; caminos que ya conocemos y que hemos tipificado como izquierda y derecha, respectivamente, siempre condenándonos a no reconocer los matices ideológicos y políticos que muchas veces son posibilidades reales de asalto al poder y desarrollo.
El ordenamiento interno de cada país obedece al ordenamiento regional y global. Identificar los lazos coyunturales que se tienden entre cada nivel de ordenamiento, nos podría llevar a un mejor entendimiento de los factores que inciden en las distancias y tensiones que se generan entre clases, sectores sociales, o como quiera llamárseles.
El materialismo histórico y el marxismo-leninismo formularon las categorías y conceptos, a la luz de la dialéctica hegeliana, que interpretan objetivamente los movimientos que se producen en las sociedades, impulsados éstos por las fuerzas que generan las realidades opuestas. Negar dichos movimientos es contradecir la realidad inmediata. Lo que ha pasado, que por otra parte es lo más normal, es que por incapacidad de percibir las dimensiones y las relaciones de los modos de organización a nivel mundial, tendemos a ver, de forma aislada, nuestra propia realidad nacional. Es decir que no hemos sido capaces de vernos como parte del mundo, creyendo que todo el mundo somos nosotros. Hemos creído que nuestra realidad es independiente y, más aún, que nuestra realidad es toda la medida de nuestras ideologías y formas organizacionales.
A lo que voy es a lo siguiente: dadas las distancias cada vez más grandes y groseras o la posibilidad de volver a caer en un proceso de distanciamiento entre clases sociales (pobres y ricos) por la debilidad de las instituciones y de los sistemas democráticos, en Latinoamérica habrá que esperar más triunfos de la izquierda, simple y sencillamente porque la izquierda, al contrario de la derecha (generalmente conservadora y con menos argumentos académicos) siempre ha tenido propuestas políticas basadas en la concepción dialéctica (aunque buena parte de la izquierda ha traicionado este principio fundamental), herencia legítima y directa de Empédocles, Demócrito, Heráclito y, por supuesto, Hegel.
El principio dialéctico ha sido siempre más efectivo en la interpretación y conocimiento de la realidad social (y, por supuesto, también natural). Amparado en su formulación y efectividad, no hay otra salida: las ideologías no han muerto. Latinoamérica, ífrica y buena parte de Oceanía y Asia, hoy son la negación del primer mundo, por lo que aspiran a liberar tensiones. La izquierda (formada o no) ofrece salidas o, al menos, interpretaciones más coherentes y sueños e ilusiones que también son factores de desarrollo.
El problema real con la ideología de izquierda, como ya lo he apuntado antes, es la negación de los principios básicos y fundamentales de la teoría dialéctica. Algunas izquierdas se han hecho viejas por esa razón, porque han sido incapaces de ajustar matices de significado e interpretación a las nuevas exigencias organizacionales, locales, regionales y globales. Si las izquierdas latinoamericanas retoman los verdaderos principios dialécticos, no habrá manera que la derecha contenga el aporte efectivo que puedan hacer desde las posiciones de poder que han empezado a alcanzar en nuestros países latinoamericanos.