Las indemnizaciones y aumentos escalafonados autorrecetados por los diputados de nuestro «honorable» Congreso Nacional sólo ha servido para mostrar algo que ya todos conocemos, la hipocresía reinante en la política y nuestra clase gobernante. Ya que lo más patético y desvergonzado del espectáculo circense montado en el Legislativo han sido las declaraciones recogidas por Prensa Libre de nuestro taciturno gobernante y su ex Ministro de Comunicaciones al expresar que, se deben respetar «los principios» del partido. Y digo patético cuando estos personajes señalan la paja en el ojo ajeno ignorando la viga en el propio, pues mencionan principios cuando con anterioridad se les ha señalado de actos claramente reñidos con la Ley y la moral, como cuando se publicó en un medio escrito que el sobrino político del primero mencionado le cobró al Estado guatemalteco la insignificancia de 2 millones de quetzales por elaborar un contratito. En el caso del ex ministro y ahora diputado, no quedaron totalmente claras las cuentas en la inversión de infraestructura llevadas por ese ministerio. Al contrario, notas de prensa del pasado reciente criticaron repetitivamente lo sobrevalorado de varias carreteras y su pésima calidad. Y para ponerle la guinda al pastel, hace pocos días la actual administración también fue señalada por Ruth del Valle y Teunis Kemper, directiva del Movimiento Nacional por los Derechos Humanos y Embajador de Holanda respectivamente, de haber protagonizado serias violaciones a los derechos humanos. Y estos casos serían la punta del iceberg.
Por supuesto que no pretendo exculpar a los diputados que pretendieron esquilmar al erario público, especialmente cuando nuestro pueblo se debate en la miseria y el olvido. Pero el acto de darse baños de pureza también debe resultarnos inaceptable. Por que callaron cuando se dieron los escándalos de la falsificada invitación a París o en las tranzas del Pacur, solo para citar otros dos ejemplos. Para muchos la razón nos resulta tremendamente obvia, van de salida y pretenden engañar a la memoria. O acaso serán como aquellos que en público predican agua pero a escondidas toman vino. Situaciones como ésta me hace recordar al famoso evangelista Jimmy Swagart, predicador de las iglesias televisadas; predicaba contra la sexualidad pero lo agarraron en un motelucho en tremendo jolgorio con una prostituta.
En artículos anteriores he tratado de evidenciar que más que crisis económica o política lo que castiga a nuestro país es una profunda crisis moral y de valores, e indudablemente el nuevo presidente, ílvaro Colom, hoy se encuentra ante esta disyuntiva. O sigue el patrón o inicia esa ansiada cruzada por el rescate de nuestra patria, y el punto es ese, no se puede gobernar con una cal y una de arena. En la vida he aprendido que solo la fuerza moral de las convicciones a la larga siempre logra prevalecer sobre el abuso, la insidia y la degradación. Si el nuevo mandatario opta por el rescate de Guatemala, y he observado que esa es su intención, le espera una larga lucha y prolongada, esta tendrá que ser una guerra a muerte por la decencia, la rectitud y el honor. Es el desafío que tiene luego de las terribles frustraciones y fracasos de los últimos años, es posible que de este desastre nazca la verdadera renovación y de las frustraciones recientes el derecho a rehacer el camino sobre bases muchísimo más sólidas y confiables.