Los postuladores


La idea original pudo parecer brillante, en el sentido de sustraer de la mano de los polí­ticos la designación de funcionarios como los magistrados del Tribunal Supremo Electoral, de las Cortes de Justicia, el Fiscal General y el Contralor de Cuentas, haciendo recaer en el mundo académico la responsabilidad de postular a los mejores de su gremio. Novedosa idea que, como ocurre con muchas de las buenas, fue ví­ctima del ya ancestral aforismo de que «hecha la ley, hecha la trampa.»


Y el mundo académico no sólo se politizó sino se prostituyó porque pasó a ser el escenario de las pugnas de poder y de las componendas que antes eran limitadas al mundo polí­tico. Ser Rector era un honor reservado a los mejores universitarios; la lista de decanos de derecho era impresionante por el elevado nivel de quienes la integraban. En las entonces pocas universidades privadas se buscaba a los profesionales más destacados para nombrarlos, a dedo, decanos y la presidencia de los Colegios profesionales era una especie de premio para los más destacados por su vertical honestidad. Todo eso fue historia y la culpa, sin querer queriendo, como decí­a el célebre Chespirito, la tuvieron los que idearon lo de las comisiones de postulación porque esa excelencia académica fue marginada y repudiada por quienes rápidamente entendieron que debí­an trasladar sus cochinadas a otro lado donde tení­an más facilidad para alcanzar el éxito porque la apatí­a e indiferencia de los más, que son los que se sienten buenos, dejarí­a el campo libre a la maniobra contumaz. Cierto es que los bandidos han ganado terreno, pero ello ha sido posible en el marco de la indiferencia de los honestos que prefieren hacerse a un lado y renuncian a su participación para no contaminarse con la podredumbre que está campeando. Si la mayorí­a de abogados decentes, que no sólo los hay sino que son indudablemente mayorí­a, participaran en las elecciones del colegio y lo hicieran en los procesos para elegir a autoridades universitarias, seguramente que tendrí­an mejores representantes. Los médicos dieron un ejemplo hace poco cuando impidieron el asalto a su Colegio por las huestes del oficialismo orquestadas por el Ministerio de Salud. Votando masivamente eligieron a una junta directiva independiente del manoseo de la podredumbre polí­tica y evitaron que los pí­caros se salieran con la suya. Ese ejemplo tiene que prender en todos los colegios profesionales, en todas las universidades, donde es imperativo que la gente decente se sacuda la modorra y participe para rescatar la institucionalidad del paí­s. Es momento de «ahora o nunca» porque la Patria va en incontenible picada.