Los partidos polí­ticos no deben desaparecer


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Es evidente que nuestra “democracia” se ha vuelto en un juego sucio. Esencialmente, la debacle del sistema se debe a los mismos partidos polí­ticos que están obligados a promover los valores democráticos. Pero, sucede todo lo contrario.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


Considero importante que se deba cambiar el sistema de partidos polí­ticos, para hacerlos más eficientes y, sobre todo, que se dediquen a la práctica real de la democracia participativa.

En primero lugar, me parece que las condiciones -que deben llenar y seguir cumpliendo los partidos polí­ticos- son, más bien, un lastre. Para cumplir con los requisitos para continuar vigentes les quita mucho tiempo y muchos problemas, y los obliga a la práctica de actos que no son éticamente correctos.

Por ejemplo, ¿quién podrá creer que reúnan tal cantidad de afiliados? Sobre todo, porque a la hora de la hora, la mayorí­a de partidos polí­ticos no alcanzan en las elecciones ni siquiera el número de votos que dicen tener a nivel de afiliados.

Todos sabemos que las firmas para la afiliación se consiguen a través de algunos engaños o con mucha simpleza. Quizá, simplemente, se acercaron a un pueblo y le pidieron a la población firmar en una hoja en blanco, sin saber que después estarán afiliados a un partido.

Otro ejemplo: para que el partido polí­tico tenga presencia en todos los departamentos y en la mayorí­a de municipios deben hacer concesiones con caudillos locales, quienes podrí­an estar vinculados a abusos de poder, corrupción o, incluso, tener ví­nculos con el crimen organizado. Y todo porque la rosca central del partido, sentada cómodamente desde la capital, no se imagina qué ocurre en sus bases. Pero es precisamente en los márgenes donde se mete el crimen organizado.

Los partidos polí­ticos, más que promotores de democracia, parecen máquinas de hacer pisto, y que se aceitan a la perfección en época electoral. Me parece que el mayor negocio es estafar a sus financistas, haciéndoles creer que tienen posibilidades de ganar, o, incluso, ofrecerles curules, un puesto en el concejo o, al menos, favores polí­ticos. Eso, en caso de ganar.

Pero más que probabilidades de ganar, los partidos polí­ticos tienen mayores posibilidades de desaparecer, al no lograr el porcentaje mí­nimo en la carrera presidencial.

Y, aunque parezca ridí­culo, propongo, para evitar todo esto, que los partidos polí­ticos no desaparezcan. Actualmente, se les amenaza con cumplir ciertos requisitos (afiliados mí­nimos, porcentaje de votos mí­nimos, asambleas, organización en casi todo el paí­s), a riesgo de ser cancelados.

Actualmente, por el riesgo de desaparecer, hay partidos que optan por no participar, porque de esa manera no los pueden cancelar. ¿De qué nos sirve un partido inactivo? Sin embargo, para los dueños de la ficha, el partido polí­tico es un caudal importante, porque muchos polí­ticos estarí­an interesados, posteriormente, en comprar la ficha, lo cual es más fácil y más barato que cumplir con los excesivos requisitos de ley.

Un partido polí­tico deberí­a poder formarse simplemente porque un grupo de personas (cinco, diez, quince, cien, mil) se ponen de acuerdo e impulsan un modo de ver la problemática nacional y sus soluciones. Si después, por falta de organización, no consiguen votos, será su problema. Pero ya no deberí­amos obligar a los partidos a estar más pendientes en cuántos afiliados tienen, o cuántos votos consiguen, para desviarle la atención de su función fundamental: promover la democracia.

Además, el partido polí­tico debe surgir de cualquier parte: la capital, o Quiché; en una aldea, o en una ciudad; en una universidad, o en un sindicato… en donde sea. Es perjudicial obligar a ese grupo focalizado a que deban tener organización en todo el paí­s, porque ahí­ es donde el proyecto se empieza a desconfigurar.

Los únicos requisitos que deberí­an tener los partidos polí­ticos es tener sus cuadros mí­nimos cubiertos (la cúpula), ideologí­a, código de ética y un tribunal que sancione, y nada más.

En el caso de las elecciones, el único requisito que deberí­an tener los partidos polí­ticos para participar en ellas, es que tengan al menos cuatro años de vigencia, para evitar que se formen partidos polí­ticos a última hora. Si los partidos no alcanzan los requisitos mí­nimos, que no desaparezcan; que sigan trabajando para las siguientes elecciones, sin necesidad de que la misma gente forme otro partido igual.

Incluso, ni los logotipos ni los lemas son importantes; actualmente se exige que tengan un logotipo, no repetido y diferenciado de otras propuestas. Lo único que deberí­a tener diferencias es en la ideologí­a. Si un partido polí­tico busca inscribirse cuando ya hay alguno con tendencia ideológica similar, no deberí­a permitirse la inscripción, sino invitarlos a unirse al partido ya creado.

Los logotipos, como decí­a, no son importantes, y hasta podrí­an ser cancelados de los requisitos. De hecho, creo que los logotipos son los responsables de que las propuestas polí­ticas sean tan pobres. Pero esto lo explicaré la próxima semana.