Los partidos polí­ticos de Guatemala


Julio Donis C.

Confieso que el análisis y seguimiento de tales instituciones, ha sido uno de mis principales objetos de desarrollo profesional, y en esta entrega me permito exponer algunas ideas que contribuyen al debate del análisis de las organizaciones partidarias, en tanto unidades individuales, en tanto el sistema de partidos polí­ticos y en el marco de la dinámica del sistema polí­tico en su conjunto. Estas ideas están desarrolladas con más detalle y análisis en el libro «Partidos polí­ticos: entre institucionalidad y pragmatismo polí­tico» que se presenta el jueves cinco de junio en horas de la tarde. El presente rinde tributo no solo a los autores del libro a quienes expreso respeto y felicitación, sino a las personas que se denominan comúnmente «los polí­ticos», como un reconocimiento a las contradicciones que con toda seguridad han encontrado y experimentado, como consecuencia de su ejercicio en la polí­tica partidaria, opción que para algunos de ellos ha sido un compromiso real y para otros un mero aprovechamiento clientelar.


¿Qué define la vida partidaria?

Si se piensa a los partidos polí­ticos, es debido hacer un abordaje al sistema en su conjunto, es ocioso tratar de entenderlos solamente como instancias particularizadas, eso solo sirve como un elemento de facilidad metodológica. En esta lí­nea de argumentación les comparto la primera idea que la escuché inicialmente al Dr. Luis Mack, pionero de esta iniciativa: Los partidos polí­ticos contienen al mismo tiempo dos tipos de instituciones, una formal y débil, permanente y visible y una menos visible, que es la que determina prácticas y valores polí­ticos. La interacción entre las dos es lo que define la vida partidaria. Esta idea es realmente sugerente puesto que encierra de manera dialéctica, una contradicción que se resuelve en la realidad sintetizando la verdadera dinámica institucional de este paí­s. Lo que digo atrevidamente es que se puede hacer un parangón de lo que yace en los partidos con lo que acontece en la institucionalidad democrática del paí­s.

Democracia sin marco normativo

Esa idea me lleva a la segunda que tiene que ver con la cuestionante siguiente: ¿cómo a partir de dicha ilógica institucional, se desarrolla una democracia sin un marco normativo con reglas claras y ecuánimes para todos? La respuesta implica que el llamado imperio de la ley ha sido permisivo y legitimador de la función pública, y ha sido vehí­culo del ejercicio del poder; es decir, a pesar de ella. Esa respuesta, como en el caso anterior, tiene una implicancia extendible a muchos ámbitos de las relaciones sociales en este paí­s y no solo a los partidos polí­ticos y gobernantes. El extremo paranoide de esta idea es navegar en un mar de leyes sin que todas estas juntas logren hacer una sola ola.

La tercera idea se relaciona con otra que discutí­ en este espacio de los jueves y que al analizar la traspolación de lo público por lo privado, en un proceso histórico a través del cual los guatemaltecos y todas sus relaciones sociales no lograron forjar o acuñar la noción de lo público porque un Estado guatemalteco no se dejó desarrollar, la cauda fue el surgimiento de nociones privadas o privatizadas de lo público. Para el caso que nos atañe la implicancia directa es la dependencia de los partidos del capital privado o fáctico. Esto tiene especiales expresiones en época electoral. Por lo tanto, no es insistencia, ni es menor argumentar que una de las claves para fortalecer la institucionalidad del sistema de partidos polí­ticos es aumentar el financiamiento a dichas organizaciones; y no solo como pago de la deuda electoral sino para desarrollar su estructura y su vida partidaria cotidiana. Es tan simple pero tan cuestionador como decir que cualquier Estado que se digne de democrático, deberí­a pagar por ello, no como deuda sino como gasto normal, y eso paga por financiar a los partidos sin pichicatear.

Y para el final la idea sugerente de la relación partido-ideologí­a, que se comprende entre otras con la pregunta simple pero compleja a la vez: ¿a quién representan los partidos polí­ticos?, ¿Son expresiones de clase? ¿Son expresiones de grupos aglutinados por una demanda especí­fica? Obviamente como respuesta no se puede aspirar a decir que a todo el paí­s, o a todos los guatemaltecos. Para empezar, por definición, el partido es una parte que bajo una particular concepción de la realidad hace al resto, en el marco de consensos y negociación, una propuesta programática de paí­s. Esto también apunta a la capacidad de desarrollo territorial organizacional de los partidos. El balance de las expresiones partidarias que han sido registradas desde 1985 da cuenta que las expresiones ideológicas en su mayorí­a han sido de centro derecha; expresiones de izquierda han quedado marginalizadas, lo cual tiene razones desde antes de la fecha indicada.

Las ideas expuestas han sido desarrolladas con mayor profundidad por Paola Ortiz, Claudia López, Ivonne Solórzano, Christian Castillo y mi persona en el tí­tulo que apuntaba al principio. Termino con una pregunta para mí­ mismo: ¿por qué a pesar de que el sistema democrático es relativamente joven y en desarrollo, somos tan rigurosos con el análisis del sistema partidario, como si llevara décadas de vida institucional? Creo que un intento de respuesta tiene que ver con dimensionar la historia polí­tica de Guatemala, no como un proceso homogéneo lineal sino como el pasado en el presente. A la luz de S. Tischler, el presente de Guatemala no ha dominado su pasado y por lo tanto no lo ha liberado.