Los paí­ses desarrollados le apuestan a la polí­tica familiar


En los paí­ses de Europa del Sur, la tasa de fecundidad y de empleo de las mujeres son generalmente bajas.

Los paí­ses desarrollados están cada vez más convencidos que una polí­tica de asistencia a las familias puede aumentar la fecundidad en baja, teniendo en cuenta que paí­ses más generosos en ese sentido, como los del Norte y Francia, registran las tasas más altas de natalidad.


La diferencias de la tasa de fecundidad en los paí­ses de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) van en proporción de 1 a 2, con un promedio que se sitúa sobre 1,6 hijos por mujer, según Olivier Thévenon, investigador del Instituto Nacional de Estudios Demográficos.

México, Estados Unidos, Islandia y Nueva Zelanda superan la barrera de los dos hijos por mujer, que casi alcanza Francia, que está a la cabeza de los paises europeos en cuestión fecundidad.

Italia, España, Alemania, Japón y Corea registran í­ndices de fecundidad por debajo de 1,5.

A menudo se cita a Francia como ejemplo, por su polí­tica familiar que comenzó con el siglo XX, con el objetivo bien definido de hacer repuntar una natalidad en baja.

El 3,8% del PIB francés está consagrado a su polí­tica de la familia, y Francia se ubica en el tercer lugar de los paí­ses de la OCDE, cuyas ayudas alcanzaron en 2003 un promedio de 2,4% de sus respectivos PIB, contra sólo 1,6% en 1980.

Las polí­ticas familiares, algunas de las cuales son muy recientes, son muy diferentes de un paí­s a otro y los objetivos pueden ser diversos, como el aumento de la fecundidad, el conciliar vida familiar y trabajo o como manera de luchar contra las desigualdades.

Según este criterio se distinguen dos grupos: los paí­ses nórdicos por una parte y los paí­ses del Sur de Europa y los anglosajones del otro.

Los paí­ses nórdicos otorgan permisos parentales más importantes que los otros paí­ses, 53 semanas en Suecia, 47 en Dinamarca, contra 27 de promedio en el conjunto de los paí­ses de la OCDE.

Pero esto significa gastos más importantes en relación al PIB por habitante, el que es diez veces más elevado en los paí­ses nórdicos que en los paí­ses anglosajones.

Los paí­ses anglosajones y de Europa del Sur coinciden en lo que se refiere a ayudas para conciliar vida familiar y trabajo menos importantes, con permisos parentales poco remunerados o sin remuneración y con una oferta de guarderí­as también es escasa.

Por el contrario, los paí­ses anglosajones se distinguen por la prioridad que dan a las familias de escasos recursos, en una perpectiva de lucha contra la pobreza, y mediante una inversión masiva para la atención de los niños a partir de tres años.

«En este contexto -según Olivier Thévenon-, la conciliación entre vida familiar y trabajo reposa sobre la flexibilidad del mercado del trabajo y sobre todo el trabajo a tiempo parcial» de las mujeres, lo que les permite mantener í­ndices de fecundidad muy elevados.

En los paí­ses de Europa del Sur, la tasa de fecundidad y de empleo de las mujeres son generalmente bajos, debido a un «déficit de polí­tica familiar».

Europa central y del este ocupan un lugar intermedio, con excepción de Francia y Hungrí­a donde las ayudas son claramente superiores al promedio.