Los otros


¿Violencia? ¿Corrupción? ¿Impunidad? ¿Desastres naturales? ¿Desastres institucionales? ¿Indiferencia? ¿Pérdida de valores? ¿Cobardí­a? ¿Desconfianza?  A todas estas interrogantes y muchas más, tratamos de darles una respuesta y una solución, o al menos, de concebir una explicación, porque es solamente una parte de lo que destruye a Guatemala y los guatemaltecos. Nos hemos acostumbrado tanto a vivir con esos males que nos olvidamos de otros más que nos atormentan en silencio, que también contribuyen a que esa intranquila vida que llevamos se vuelva aún más difí­cil, al punto de que hay momentos en que dan ganas de gritar a pleno pulmón ¡sáquenme de aquí­, ya no quiero seguir en Guatemala!

Héctor Luna Troccoli

Que tristeza que la desesperación nos lleve a querer  abandonar esta tierra que no tiene la culpa de lo que hacen sus malos hijos. Ya muchos hemos reconocido que somos un paí­s de olvido y ahora, con tantos males encima, solo vemos ese árbol y no el bosque que lo rodea. Ya no ponemos atención en los pequeños casos que también nos atropellan y nos vuelve más violentos. Hechos sencillos e insignificantes quizás, pero que nos traumatizan en esta psicosis y depresión colectiva. Menciono solo algunos. El tránsito alocado, violento y desenfrenado que nos recibe todas las mañanas para decirnos con claridad que estamos en el paí­s donde no podemos convivir, porque es más fácil mentarnos la madre, que ser corteses o educados. Así­ se inicia el dí­a.

Pero el calvario se prolonga en estas pequeñas cosas y podemos ver con asombro y quizás algo de envidia, los lujosos edificios de los bancos, cuya mayorí­a de dueños aparecen en el anonimato de la sociedad anónima y sólo sabemos que son ellos cuando vemos a los guaruras que los custodian. Lo que parece que no sabemos es que estos mismos dueños y muchos de sus altos funcionarios guardan dinero de los narcotraficantes y ellos los saben o al menos lo sospechan, sin que la IVE o la Superintendencia de Bancos presente denuncias al ineficiente y arruinado Ministerio Público.

Pero eso sí­,-conozco muchos casos- si a usted, casi a la fuerza UNO de los bancos o varios, le metieron a la fuerza una tarjeta de crédito y no paga el dí­a que le toca, a la mañana siguiente recibirá una voz femenina dispuesta a la amenaza, a la coacción, a la intimidación, etcétera, para que pague la «cuota mí­nima» so pena de llevarlo a los tribunales (cosa que, por ser abogado, aconsejo a amigos que se asustan con tales amenazas que eso les puede venir del norte, excepto cantidades considerables, pero que una demanda civil, facilito, con la eficiencia de nuestros tribunales puede durar cinco o mas años), además, en mi caso, como profesional, demandé a una financiera y un banco por daños y perjuicios y entablé querellas penales por amenazas y coacción. Allí­ siguen durmiendo el sueño eterno.

Pero a la par de estos bancos están, como uña y mugre, empresas pseudofantasmas integrada por gí¼izaches, ex policí­as y supuestos gestores de cobro que violan derechos contenidos en leyes sobre los derechos humanos,  la Constitución y la Ley de libre acceso a la información en donde Infornet y otras empresas por el estilo, son parte del servicio de inteligencia de la Sociedad Civil y que brindan sus servicios a otro tipo de empresas como la telefónica, que fue vendida a los mexicanos por Arzú y que tienen el poder de amenazar y desacalificar a cualquier persona por la «falta de pago» (aunque sea de Q100.00) de alguna de las cosas que esa «pobrí­sima» empresa, antes nacional, aunque corrupta, vende a los ingenuos chapines. CLARO que sí­. La cosa es que esos abusos que van desde dichas amenazas, ponerlo en una lista negra, o cortarle lí­neas que nada que ver,   son parte de la descomposición que nos atropella. Con decirles que esta empresa telefónica vende sin contrato y cualquiera puede robarle su identidad y después lo quieren clavar a usted, así­ que tenga cuidado.

Y para cerrar con broche de oro: el Renap. En el pasado escribí­ dos o tres artí­culos sobre su absoluta ineficiencia sin saber que después a mí­ y prácticamente a toda mi familia le tocarí­a conocerla con toda su monumental ineptitud, esa horripilante cosa, producto de la corrupción desde sus inicios, ya que, dicen las malas lenguas que por cada DPI que emitan hay funcionarios que reciben una untada del producto. (Si tuviera pruebas las presentarí­a al Ministerio Público para ver si hace algo, pero aún tengo esperanza de lograrlo, aunque seguramente me pasará lo mismos que me ocurrió con un buen amigo, aunque no litigo, de presentar una demanda contra Infornet y al presentarme en el MP, el fiscal al que le corresponde este tema me dijo que «es perder el tiempo licenciado, mire usted todas las denuncias que tenemos «enseñándome un legajo de expedientes). Al cuate lo mandé con un abogado más joven que tuviera el aguante para llevar el proceso.

Volviendo al Renap, las denuncias contra este adefesio son cotidianas y nadie hace nada, nadie se preocupa de componerlo, porque crí­ticas ya tiene suficiente. Los que menciono en esta columna y muchos mas, son «los otros», los que nos salan más la vida, si así­ puede llamársele. Por eso, como dijo aquel gran filósofo Fulano de Tal: «estamos jodidos todos ustedes»…..