Los orí­genes y misterios de los incas


Collares, aretes, máscaras, diademaa, pectorales en oro y plata: 253 piezas incas y preincaicas, que escaparon milagrosamente al pillaje de los conquistadores, llegaron a Parí­s para una exposición que se adentra en los orí­genes y misterios de esa gran civilización andina.


«El Oro de los Incas», que abre sus puertas el viernes en la Pinacoteca parisina, explora, a través del trabajo del oro, la plata y el cobre, la riqueza y complejidad del imperio inca, que dominó un espacio inmenso, del Ecuador hasta Chile, durante más de siglo y medio, desde 1400 a 1553.

Pero el extraordinario conjunto de piezas, que provienen de diversos museos peruanos y de cinco europeos, propone una mirada nueva sobre la civilización inca, que terminó cuando los conquistadores, liderados por Francisco Pizarro, mataron en 1553 a Atahualpa, el Hijo del Sol.

«La exposición demuestra que la civilización inca, una de las más brillantes de la historia, es la culminación de 3.500 años de historia», explicó la comisaria, Paloma Carcedo de Mufarech, en una entrevista con la AFP en ví­speras de la inauguración de la muestra, cuya preparación le llevó dos años.

«A mí­ no me gusta presentar las culturas como si fueran compartimentos estancos. Esta es una gran civilización, la gran civilización andina, que culmina con los incas, que asimilaron esas culturas y fueron producto y parte de ellas», dice.

A través del hilo conductor del trabajo de los metales, la muestra revela las cosmovisiones que unen esas diferentes culturas –mochica, nasca, chimú, sicán, huari, vicús–, que se establecieron antes que los incas en la región de Cusco (que significa «ombligo» en quechua).

«Además, la andina era una civilización totalmente globalizada», señaló, indicando que los miembros de esas diferentes culturas «viajaban, se moví­an, integraban ideas y técnicas».

«Hemos encontrado por ejemplo una tumba en el norte de Perú donde habí­a ámbar de Colombia, esmeraldas de Ecuador, plumas de la Amazoní­a. En otra, habí­a un hombre rodeado de 24 mujeres, y las pruebas del ADN han revelado que 12 de ellas eran ecuatorianas y 12 provení­an de Trujillo (norte de Perú), exclamó.

Carcedo de Mufarech, una española que estudió historia del arte en España antes de especializarse en tecnologí­as antiguas y convertirse en una de las más grandes, y escasas, expertas del mundo, enfatizó que la muestra ha sido posible sólo gracias a las excavaciones efectuadas en Perú en las últimas dos décadas.

«Todo el oro habí­a sido pillado, o fundido, no quedaba nada», subrayó la experta, que ha dirigido excavaciones de tumbas, sobretodo de la cultura sicán, en el norte de Perú.

La exposición detalla cómo las diferentes culturas andinas consideraron el oro y los metales.

Por ejemplo, los incas, que consideraban el oro «sudor de los dioses», lo trabajaron en piezas extraordinarias pero, con pocas excepciones, no lo usaban para adornarse, como en otras culturas, sino en los templos, que estaban «forrados de oro».

Pero para Carcedo, lo más extraordinario de esta historia es que «existe una continuidad» en las técnicas del trabajo de los metales que florecieron desde esas sociedades preincaicas y durante el imperio inca, hasta la actualidad.

«Trabajo con comunidades y compruebo que los artesanos, sobre todo en el altiplano, utilizan las mismas herramientas que las que hallamos en las excavaciones de tumbas».

«La tecnologí­a es exactamente la misma», exclamó, subrayando que son los «artesanos peruanos los que mantienen viva esa gran cultura que ya no existe».