Los orí­genes históricos de la fiesta de la Cruz de Mayo


Cruz de procesión de plata repujada que preside una de las festividades de cofradí­a en la región de las Verapaces para la celebración de la Cruz. (Fotografí­a de Guillermo Vásquez González, 2009)

Una de las festividades más relevantes que se llevan a cabo en Guatemala y otros paí­ses de América Latina es la celebración de la Cruz de Mayo. Vinculada desde tiempos coloniales al gremio de los alarifes o albañiles, los edificios «u obras en construcción» rinden tributo a la Cruz este dí­a, tres de Mayo, haciendo altares con cruces muy adornadas de papel de china y crepé, así­ como papel de china con flecos. Se le colocan veladoras y a las doce del dí­a, los albañiles detienen su trabajo y brindan con trago blanco en honor a la Santa Cruz de Mayo. Asimismo, se queman muchos juegos pirotécnicos, cohetes en su gran mayorí­a.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela A mi padre, maestro Celso Lara Calacán, con inmenso amor.

Soberbias cruces de plata y repujada y tallada de las cofradí­as de Rabinal, para una de las festividades propias de la celebración de la Santa Cruz en el mes de mayo. Joyas de la platerí­a guatemalteca de finales del siglo XVIII. (Fotografí­a de Guillermo Vásquez González, 2009)Altar que se encuentra en el interior de la iglesia parroquial de Amatitlán. Sobresale una extraordinaria cruz muy ornamentada. Al pie de la misma se encuentra la imagen del Niño Dios de Amatitlán en medio de las imágenes de la Virgen Marí­a y el Señor San José, las tres hermosí­simas tallas anónimas guatemaltecas del siglo XVIII. (Fotografí­a: Manuel Guerra Caravantes)

En muchos pueblos de Guatemala la Cruz es motivo de grandes festividades. Destaca entre todas la fiesta de la Cruz en el municipio de Amatitlán, en donde, además de la Cruz, se conmemora al Niño Dios de Amatitlán o de Belén.

Particularmente esta fiesta es importante y única en Guatemala, porque además de la procesión en el poblado de Amatitlán se realiza una de las manifestaciones populares más originales de Guatemala: las alfombras de flores en el agua, por donde pasan las lanchas que llevan al Niño Dios revestido con su traje sacerdotal, así­ como los bailes de lanchas, además de comidas tradicionales propias de dicha fiesta: dulces de azúcar, pepescas y mojarras del lago.

A pesar del profundo deterioro ecológico y social del lago de Amatitlán, esta fiesta se celebra todos los años el tres de Mayo, dí­a de la Santa Cruz. La fiesta de la Cruz sin embargo, tiene profundos orí­genes en la cultura occidental y en el mundo oriental. He aquí­ algunos apuntes a vuela pluma sobre su origen histórico y el vasto sentido del sincretismo religioso que matiza esta fiesta en Guatemala y otras regiones del Nuevo Mundo.

Consideramos oportuno, entonces, referirnos, en primer lugar, a los antecedentes occidentales de las fiestas consagradas a la Cruz, ampliamente difundidas en todo el continente y que a partir del proceso de colonización y catequización se expandieron por toda Hispanoamérica. La vinculación de las fiestas de la Cruz de Mayo con las de San Juan el Bautista, además de los elementos comunes -ritos amorosos destinados a estimular la fertilidad de las plantas, de los animales y seres humanos, asociación con los cultos a los árboles y rituales relacionados con el agua-, es especialmente evidente en algunas regiones de nuestro paí­s, en las que el dí­a 31 de Mayo se celebra el acabo de la Cruz (en el Progreso y Jalapa principalmente) y a partir de las doce de la noche se conmemora la Entrada del mes de San Juan, a quien se consagra todo el mes de junio.

La Cruz, universalmente conocida en nuestro paí­s desde el perí­odo de la Colonia, es el sí­mbolo cristiano por excelencia. En nombre de Dios, y clavando en tierra la Cruz, desembarcaron los colonizadores en cada uno de los viajes en los cuales descubrieron nuevas tierras. Sin embargo, no es de los sí­mbolos más antiguos del Cristianismo. Tal y como lo demuestra Eduardo Dí­az Reyna, anteriores a la cruz fueron el pez, sí­mbolo del milagro de la multiplicación de los panes y los peces; el áncora, el pavo real, cuya carne era incorruptible según las leyendas piadosas; una figura con las manos alzadas hacia el cielo en medio de un paisaje de árboles y flores; el buen Pastor y la palma, sí­mbolo de la victoria de Cristo sobre la muerte, anteriormente del atleta victorioso para los griegos. Todos ellos en comienzo fueron claves secretas que, en un mundo hostil a esta religión, sólo eran comprendidos por los cristianos ya iniciados. No obstante, algunos autores apuntan que los cristianos se reconocí­an unos a otros dibujándose el signo de la Cruz sobre la frente. Para los antiguos romanos, la Cruz era el sí­mbolo de un suplicio infamante al que eran sometidos criminales de diversa í­ndole. Es a partir del siglo IV de nuestra era cuando el signo de la Cruz es utilizado abiertamente como sí­mbolo cristiano, desde que se declara el Cristianismo religión oficial del Imperio Romano. El dí­a 3 de Mayo se conmemora la invención de la Cruz y la leyenda hagiográfica atribuye a Santa Elena, madre de Constantino, primer Emperador Romano Cristiano, el descubrimiento de la verdadera Cruz, acontecimiento que se recuerda en esta fecha.

El crucifijo que contiene la imagen de Jesús se adoptó mucho más tarde como sí­mbolo de adoración, posiblemente entre los siglos VII y VIII; la Cruz en el altar apareció en el transcurso del siglo IX, tras de todas las ceremonias destinadas a la adoración de la Cruz en el mes de Mayo y a través de muchos rasgos que son muy evidentes, se encuentran cultos destinados a incrementar la fertilidad y a exaltar la exuberancia de la naturaleza y a las aguas tan necesarias para todas las actividades agrí­colas, difundidos en toda Europa y en general en el área mediterránea que abarca también el cercano Oriente. Estos cultos influyeron en las celebraciones católicas de la Cruz de Mayo de las cuales hay testimonio en obras de numerosos autores.