William Zartman dice que «La negociación es el proceso de combinación de diferentes posiciones para llegar a una sola y unánime decisión conjunta. Es el proceso de toma de decisiones donde no hay reglas acerca de cómo o cuándo deben ser tomadas. Esto es particularmente común no sólo en los pasillos del Congreso, sino también en las relaciones internacionales.»
Para entender la negociación primero tendremos que entender el conflicto, peor aun si ese conflicto viene acompañado de violencia, violencia como la que frecuentemente vemos, leemos o escuchamos en los medios de comunicación y mucha de la cual lamentablemente no alcanzamos a entender. No basta con teorizar problemáticas de cualquier conflicto internacional, sea desde un análisis estructural, coyuntural o estratégico para posteriormente generar prospectiva. La injusticia, los desequilibrios, la pobreza, la exclusión, la violencia estructural, el neoimperialismo y todas otras formas de discriminación deberán ser entendidas en su justa dimensión para dejar de considerar ese «desorden universal» como natural.
La teoría clásica consideró por años al conflicto armado únicamente desde la óptica propiamente del conflicto cuando intervenían los Estados como actores directos. Los acontecimientos recientes en Líbano en donde otros actores ajenos a los Estados, tal el caso de la Milicia Fundamentalista Shii Hizbulla se ha confrontado directamente con uno de los ejércitos mejor preparados del mundo y que propiciaron masacres y acciones violentas contra poblaciones civiles, evidenciaron que la doctrina de los conflictos era necesaria replantearla, no sólo desde el concepto sino también desde la acción, de esta cuenta hoy por hoy entendemos que conflicto armado representa todo enfrentamiento protagonizado por grupos de diversa índole, tales como fuerzas militares regulares o irregulares, grupos armados de oposición, grupos paramilitares o comunidades étnicas o religiosas que con armas u otros medios de destrucción, y organizados, provocan más de cien víctimas en un año a través de actos intencionados, sea cual sea su justificación.
Llama poderosamente esta última definición que no me pertenece a mí sino a Vicenc Fisas, prominente académico de la Universidad de Cataluña, por la sencilla razón que al analizarla con detenimiento caemos en cuenta que el conflicto visto hoy por hoy podría estar sacudiendo los cimientos de nuestras sociedades en donde día a día contabilizamos muertes violentas.
De 1955 de 17 conflictos en el mundo se pasó a 54 en 1991 (incluida Guatemala) a 31 en 2002 y posteriormente a 24 en el 2005. Este análisis viene acompañado de la finalización de la Guerra Fría y de la regionalización de los conflictos que abarcan no uno ni dos, sino mas países, por lo que los conflictos tienden a ser menos, pero mucho mas intensos en donde se hace necesario entender el tiempo, el espacio y la tecnología de la que nos habló Sun Tzu hace más de dos mil 500 años.
De esta intensidad en los conflictos del siglo XXI hablan los presupuestos asignados para gastos militares mundiales, 842 mil millones de dólares anuales, versus una diplomacia de paz enana que apenas maneja un presupuesto para sus fines de 100 millones de dólares anuales, en pocas palabras por cada civil trabajando para la paz desde la prevención, los DD.HH., el desarme o la diplomacia paralela hay 10 mil soldados.
Más allá de las estadísticas, de las cifras y de las complejidades de los conflictos, subyace una eterna pregunta, una lógica cuestión desde donde parte el análisis que usted debe realizar.