Los novenarios


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Un novenario puede ser la cartilla en donde está impreso lo que debe hacerse cuando se cumple el rito católico de rezar una novena, que es un ejercicio que tarda nueve sesiones. Allí, camándula en mano, la principal de rezar la novena va diciendo el Padre Nuestro, el Ave María o las letanías cuando es el caso. Hay novenarios para San Francisco, para San Antonio y también para antes de la Navidad, dedicada al Niño Jesús.

René Arturo Villegas Lara


En Chiquimulilla había casas en que el novenario se iniciaba el día que llegaba la posada y como eso sucedía el Día de la Virgen de Guadalupe, aunque se pasara los nueve días, la novena terminaba el 24 a las 7 de la noche. La Novena navideña que más recuerdo yo de mi pueblo era la que se llevaba a cabo en la casa de doña Elena Jorquín, madre de mi recordada maestra, María Rodríguez, que tanto le debemos quienes nos formamos en esa escuelita primaria, sobre todo en materia de formación artística. Uno de patojo, sin saber rezar, se iba a meter a la última novena, la del 24, ya cuando iba a terminar el rezo y  las rezadoras se levantaban después de estar hincadas como una hora, no sé por qué decían todas, en coro, “Bueeenas Noches”. Y entonces venía la repartidera de  ponche de frutas y daban tamales torteados que fabricaba la Nía Chus, una señora que vivía por la casa del Gringo, que no era gringo sino originario de Austria. Y era divertido ver como las rezadoras, entre “Santa María madre de Dios…” alargaban los brazos y arrancaban las manzanillas de las ensartas que doña Elena ponía rodeando el Nacimiento, para comérsela, de manera que cuando terminaba la novena ya sólo quedaban las manzanillas que se habían shuqueado. Doña Elena tenía una sirvienta que se llamaba Pascuala. Un día en que se rezaba la novena, oyó que en la cocina se habían metido unos chuchos, y entonces interrumpió el ”Santa María….” Y grito: “Pascuala: tírale agua hirviendo a esos chuchos….”. La otra novena famosa en el pueblo era la que se organizaba en la casa de don Juan Díaz, un ciudadano español que se quedó a vivir en Chiquimulilla. Doña Herminia, su esposa, oriunda de Guazacapán de Las Flores,  hacía un nacimiento en su casa que ocupaba toda una habitación, en el que se simulaba toda la región en que nació el Niño Jesús y por eso uno aprendía cómo eran esas latitudes. Nada de lo que se acostumbra en otros Nacimientos. Allí, arena blanca de desierto, camellos, portales, hombres y mujeres con túnica y turbante, en fin, todo lo que es propio de esas tierras de Israel y Palestina. Era emocionante ese Nacimiento de don Juan Díaz y quien quisiera admirarlo, lo dejaba entrar. Y luego venía el 25. Y  entonces era común que se robaran al Niño. Regularmente eso sucedía en la casa de doña Elena y todo porque lo devolvía el 6 de enero y entonces era obligado armar una parranda con motivo de la devolución, de manera que era un conciliábulo entre los roba niños y la dueña del Niño, para seguir la “juerga” de la Noche Buena y de perdida ir a terminar al Barrio San Sebastián, en la casa de los García, para gozar del Baile del Sombrerón y danzar por el nuevo año al ritmo de una marimba “sensuca”.