Los muertos no son una novedad


Buenas tardes, licenciado, me atrevo a molestarle enviándole unas lí­neas personales contándole una experiencia, también personal, porque recién termino de leer el acertado editorial de este dí­a. 

Lucí­a de Herrera

Las bandas de asesinos son, sin duda,  una peste humana absolutamente inmunda, como inmundos y pestilentes y ruines son los que los contratan.  Rotundamente ruines, como los tiros con los que eliminan a sus ví­ctimas.

El fin de semana fui a La Unión, Zacapa.  Mi hija jugaba futbol a las 11.  Mi mamá nació en Gualán, y por eso, en mi niñez, constantemente oí­ hablar de ese pueblo, pero jamás fui, hasta este domingo.  Así­ que más o menos a las 9 de la mañana ya manejaba en la carretera que de Gualán lleva a La Unión, hacia arriba siempre, por la montaña, a  lo que parecí­a ser el fin del mundo, por un camino que resultaba fácil imaginar que iba en dirección al cielo, y como tal, sinuoso y estrecho. Peligroso además porque estaba complicado por muchos derrumbes.  Una de las jugadoras del equipo donde juega mi hija sufrió, durante el partido, una lesión: se le dislocó un brazo y tuvo que ser llevada en ambulancia al Centro de Salud.  Al terminar el partido, fuimos para ver cómo estaba y qué podí­amos hacer por ella.  Y aunque éramos dos mujeres, nos ofrecimos porque las calles de La Unión son tan empinadas (empinadí­simas) que el bus que llevaba a las jugadoras y a los entrenadores le era imposible llegar al centro asistencial.  Como la jugadora lastimada debí­a ser trasladada al hospital de Zacapa y sólo estábamos nosotras dos en ese momento con ella, preguntamos al doctor del centro de salud si la llevarí­a la ambulancia que la habí­a trasladado del campo de futbol hacia allá y nos dijo que no.  Yo pensé llevarla en mi carro, pero la jugadora estaba sumamente adolorida, tanto que respiraba con dificultad por la intensidad del dolor, así­ que le dije al médico que viendo la situación en que se encontraba, yo creí­a que «la ambulancia debí­a llevarla»… í‰l me respondió: «sí­, debe de llevarla pero no puede» y dio por razones que podí­an haber otras emergencias y que necesitaban la ambulancia allí­. 

Y con su respuesta me quedó clarí­sima la diferencia entre el «debe» que yo expresé (de obligación) y la respuesta del médico de sí­ pero siempre no.

Dos o tres personas esperaban por atención sentados a la entrada del lugar, y una de ellas que me escuchó protestar, me dijo que lo que pasaba es que podí­an haber baleados y que entonces necesitarí­an usar la ambulancia.  Aquí­, continuó diciéndome, la gente siempre ha andado armada, pero antes se daban uno o dos balazos y ya. Ahora en cambio,  se deshacen del cuerpo de tantos que se dan. Y viéndolo  bien, mejor llevarán a la patojita al hospital, que si hay balazos, seguro no queda ni uno vivo, y entonces, para que van a necesitar la ambulancia. Total, los muertos aquí­ no son novedad y ya frí­os, pues qué se puede hacer por ellos. 

Yo le escuché y sentí­ un escalofrí­o… escalofrí­o que todaví­a sentí­a cuando bajaba con mi hija de vuelta por el sinuoso camino, porque la jugadora golpeada finalmente fue llevada al hospital de Zapaca por el entrenador y un papá de otra jugadora.  Es que pensaba en lo acostumbrados que estamos los guatemaltecos a esta cultura de  violencia y muerte que nos rodea… y esta tarde leo su editorial y vuelvo a ver cuán llenos están nuestros dí­as de violencia, y rebosantes de asesinatos y sicarios y ataques y armas y dinero que pagan por muerte…

Hoy, en su editorial, ustedes lo explican con la claridad más absoluta, tal y como acostumbran, porque decir que estamos plagados de bandas criminales, licenciado, es escribir  con la verdad sin atenuantes.Â