El día de ayer fue publicado en el periódico El Universal, en el Distrito Federal de México, un artículo denominado “Los Militares traidoresâ€, en él, se publicita la aprobación del nuevo delito de TRAICIí“N A LAS FUERZAS ARMADAS que se agrega al Código de Justicia Militar de ese país.
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Dicho delito contempla penas de privación de libertad desde treinta a sesenta años a los militares que en ejercicio de sus funciones colaboren o se vuelvan cómplices y/o presten asistencia de cualquier tipo a los grupos de la delincuencia organizada.
La protección, información, facilidades de tránsito, reclutamiento de personal de tropa para los cárteles, o que giren órdenes a sus subordinados para proporcionar cualquier clase de ayuda para la comisión de ilícitos, son las actividades que dicho delito trata de frenar tomando en cuenta las experiencias negativas que en ese sentido ha experimentado la institución armada mexicana.
El Ejército mexicano como institución, a decir de la publicación, también sufre de la cooptación del crimen organizado, pues la utilización de la tropa para efectos de seguridad pública los ha hecho caer en un desgaste ante la opinión pública al incurrir en la violación a los derechos humanos, lo que pone en entredicho su trabajo y la respetabilidad de la institución castrense.
Para la población mexicana resulta indignante que los elementos de tropa abandonen sus funciones para incorporarse a las filas de los grupos delictivos y que éstos pongan al servicio del crimen los conocimientos de seguridad, armas y explosivos e información clasificada de los movimientos tácticos de la lucha contra el crimen.
Vale la pena preguntarse si aquí en Guatemala se vive tal circunstancia con las fuerzas armadas, puesto que en el pasado reciente se conocieron casos de militares señalados de participar en grupos delincuenciales; aunque la entidad castrense indicó que tales señalamientos están bajo investigación.
Es de reconocer que la presencia militar en las fuerzas de tarea conjunta imprimen respeto a la acción preventiva, puesto que sus miembros son un poco más difíciles de coaccionar y la mayoría está acostumbrada a cumplir las órdenes que se les asignan; es decir, emplear la fuerza con aseguramiento de la misma cuando se hace necesaria; actitud misma que es a la que la población teme debido al recuerdo del cruento accionar castrense durante el conflicto armado.
También es de pensar en que no se deben eternizar las labores policiales de la fuerza armada, las cuales son de suma importancia mientras se inicia una verdadera profesionalización de la fuerza policial; siendo menester para ello, la creación de la Escuela de Oficiales de la Policía Nacional Civil y la “reingeniería†en el pensum de estudios de su Academia.
En ese tema, recordemos que no hay quien que lo sepa y lo pueda todo, es necesario el concurso de quienes saben y tienen experiencia. ¿Habrá humildad en las nuevas autoridades para reconocerlo?