La reunión del Vicepresidente de los Estados Unidos con los gobernantes de Centroamérica no tuvo, como era de esperar, resultados concretos para los planteamientos de quienes dirigen estos países. El señor Joseph Biden vino a explicarles que la nueva política norteamericana tiene la intención de escuchar, implicando que en el pasado su país no tomaba en cuenta el criterio de la región sino imponía su visión del mundo, pero fuera de ello no hay en realidad ningún planteamiento concreto que sea digno de mención.
En cuanto a aspectos puntuales de política, en el tema migratorio que es uno de los que más interesan a Guatemala en su relación con Estados Unidos, el vicepresidente Biden pidió que los gobernantes se pusieran en los zapatos de su país, es decir, entendiendo lo que significa la inmigración ilegal especialmente en tiempos de crisis de empleo, cuando los ciudadanos norteamericanos pierden sus trabajos y crece la presión para que se adopten medidas más enérgicas en contra de los trabajadores que están ilegalmente en el país. El TPS para Guatemala no fue descartado tajantemente, pero como lo han hecho todos los funcionarios de alto nivel al referirse al tema, no le dieron esperanzas.
El argumento recurrente de Estados Unidos cuando se habla del tema migratorio es que se trata de decisiones políticas absolutamente soberanas que le competen como Estado y que la decisión de a quiénes recibir y en qué calidad hacerlo no puede ser objeto de discusiones y negociación. Por ello no sorprende que el tema migratorio apenas vaya a ser tocado de manera muy tangencial en la próxima Cumbre de las Américas porque es obvio que Estados Unidos en ese tema no está dispuesto a someterlo a discusiones bilaterales o multilaterales.
Cierto es que el asunto de la migración es un problema derivado de nuestra propia estructura social y económica y que los llamados a resolverlo, en ese contexto, somos nosotros. Pero no se puede pasar por alto que en Estados Unidos ya están viviendo cientos de miles de guatemaltecos que merecen una vida digna y protección a sus derechos elementales, mismos que se ven pisoteados cuando se practica cierto tipo de redadas.
En la medida en que continúe la crisis económica en Estados Unidos, la situación de nuestros compatriotas allá se irá complicando porque obviamente la baja del empleo afectará también y en proporción mayor a los trabajadores ilegales, por mucho que su mano de obra sea eficiente, barata y en áreas en las que los norteamericanos blancos no quieren trabajar. Por ello el Gobierno tiene que redoblar la asesoría legal y el apoyo mediante más y mejores consulados trabajando para y por el migrante.