A la salida de Wall Street, la mayoría de los corredores, varios todavía vestidos con chalecos coloreados que los identifica en la rueda de la Bolsa de Nueva York, evitan a los periodistas.
Sea en Nueva York, Londres o París, son reacios a ser identificados pero confirmaron que la prudencia generada por la crisis parece ceder.
«Los que se retiraron del mercado, o los que redujeron su presencia, están volviendo, sobre todo las instituciones estadounidenses, que vuelven muy rápidamente. La memoria en este sector es corta», explicó un trader de una agencia de bolsa en París.
«La gente no tenía la impresión de tomar riesgos insensatos. Una gran parte de este oficio consiste en arriesgarse. Sin riesgo, no hay ningún provecho», agregó este corredor bajo condición de anonimato.
En Nueva York, Gregori Volokhin, quien trabaja para la sociedad de asesoría en gestión privada Meeschaert, confirmó que los mercados se ven tentados por el riesgo otra vez.
«Verdaderamente hay una vuelta de la agresividad de los bancos que tratan de colocar productos diferentes, no basados en préstamos hipotecarios sino productos con efecto de palanca, con niveles de riesgo que pueden ser relativamente importantes», explicó este economista.
Los complejos productos financieros derivados, adosados a veces a préstamos inmobiliarios, cuya composición no era clara y los que implicaban un riesgo de crédito apreciable, son considerados los generadores de la crisis financiera que derribó la economía mundial.
Lindsay Piegza, economista para la firma de Bolsa estadounidense FTN Financial, aseguró sin embargo que su trabajo cambió: los importes voluntarios son más limitados, las posiciones son mantenidas mucho tiempo y la prioridad es la seguridad, con bonos del Tesoro por ejemplo y no los activos vinculados a los bienes inmuebles o a los productos derivados.
«Cambiamos nuestros modelos, cambiamos nuestra visión del riesgo. La cuestión está ahora en saber si se va a mantener este nuevo modo de ver las cosas o es por un período corto, y si se va a olvidar hasta qué punto esto puede terminar mal», dijo el analista.
Un corredor de un importante banco estadounidense confesó en una conversación informal que ya no puede hacer lo que quiere con su cartera. Precisó que la dirección le negó la posibilidad de tomar ciertas decisiones, pero admitió que en el momento de la crisis «no se tenía una buena gestión del riesgo».
Además la profesión está a la defensiva, víctima del malestar popular por sus copiosas primas. «Â¡Esto no existe más!», exclamó Piegza. «Ahora los llamamos compensaciones por beneficios excepcionales».
En Londres, un empleado de un banco de inversiones estadounidense indicó que los bonos o primas bajaron «hasta en un 60% para los (empleados) más antiguos, del 15 al 20% para los más jóvenes, para quienes es una buena parte de su remuneración».
«Comprendo el resentimiento contra los traders, que trabajan ocho horas al día y ganan millones», agregó este corredor que se negó a ser identificado. «Y es verdad que a mi alrededor hay gente que está allí sólo por el dinero, y es malo. A mi también me gusta el oficio por sus responsabilidades, la interacción», afirmó.