De una mentalidad retrógrada, auspiciada por una dirigencia mezquina y apañada por autoridades deportivas, los llamados “bautizos” para los jóvenes deportistas, que inician con esperanza, entusiasmo y felicidad la posibilidad de una carrera en el futbol o en cualquier otro deporte, deben ser sancionados fuertemente y puestos como graves faltas al orden moral, deportivo, ético y legal.
Sin lugar a dudas que aquellos procesos formativos, educacionales, prácticos y de destrezas por actividades físicas o mentales, conllevan retos, ansiedades e inclusive temores sobre la forma en que serán recibidos o bien su desempeño será evaluado. Así ocurre en cualquier parte de la vida, en donde el inicio de cualquier actividad siempre es difícil, encontrando satisfacción y respaldo, una vez existe alguien que suministre orientación, o bien que instruya lo que tenga que realizarse, especialmente en cuanto a disciplina y orden, algo que hace falta mucho en las sociedades en general, incluyendo la guatemalteca. Pero si en lugar de controlar los nervios, apoyar con charlas o dotar de confianza a los jóvenes que inician un proceso formativo atlético, se les golpea, humilla y abusa, el resultado será tremendamente negativo, ya sea para el resultado esperado en su desempeño deportivo, como también en su psiquis, evolucionando a trasladar a otros, los temores y sinsabores recibidos. No se duda entonces, la razón por la que algunos deportes como el futbol, están desacreditados y sin una ruta clara hacia donde seguir.
Quizá la intencionalidad de dar una “introducción” al novato o al inocente que no comprende todos los formalismos de la actividad por ser principiante, no sea tan errónea. Pero bajo ninguna perspectiva puede esa introducción, generar una vulneración a su cuerpo, espíritu o mente, pues coadyuva a un poca formación profesional, en este caso deportiva. Estas “pruebas” que se imponen en otros países en donde la práctica es también común, por ejemplo, pasan por hacer creer al novato que alguien más es el entrenador y hacerse seguir instrucciones de ejercicio o deporte, gastando con ello bromas y similares a los principiantes, algo que no les daña y les permite incorporarse al grupo con mayor facilidad, en el entendido que todo se realiza con el respeto y decoro que corresponde a un ser humano.
Lo ocurrido en el caso del joven de 14 años “bautizado” por jugadores y parte del cuerpo técnico del equipo de futbol profesional guatemalteco Xelajú, MC, dista mucho de seres inteligentes, creativos o inclusive profesionales. Humillar, lesionar y dañar en su autoestima al recién llegado de categorías inferiores deportivas, es un acto de cobardía, inmoralidad y poca inteligencia, especialmente si el muchacho tenía habilidades importantes, lo que nunca se sabrá, porque seguro con tanta humillación, no querrá ni estar cerca de un colectivo deportivo, ante el temor generado. Más aún, esta acción es notoriamente punible ante los ojos de la ley, y se espera que tanto el Ministerio Público como el Organismo Judicial puedan estar a la altura de estas circunstancias, condenando a los responsables.
Y las autoridades deportivas, tanto del equipo profesional que les contrata, como las de la Federación de Futbol, deben ser totalmente solidarias con el joven víctima de este proceso, condenando el hecho y verificando que no se lleven a cabo estas malas prácticas de iniciación deportiva, o al menos que al realizarlas no se lesionen los derechos humanos de las personas.
Lamentable fue leer, si en realidad esas fueron sus expresiones, las declaraciones de un exjugador de futbol profesional, exseleccionado nacional y ahora convertido en Comisionado de Deportes del Presidente, que indicó que la culpa quizá podría ser del muchacho, al haberse “resistido”. Mal por Pezzarossi, si algún día quiere dirigir los destinos del futbol en Guatemala.
Vítores para la madre del joven por el valor de la denuncia, ánimo para él mismo porque tiene el resto de su vida por delante, y todo el peso de la ley para los responsables y cómplices de este acto de inhumanidad, es lo mínimo que como sociedad podemos pedir y exigir.